Con ocasión del 367 aniversario de la primera celebración litúrgica en honor del Corazón de María, celebrada por primera vez en la catedral de Autun (Francia), el 8 de febrero de 1648 e inspirada por san Juan Eudes, la comunidad local de Valmaría se congregó en la capilla Cristo Sacerdote de Valmaría para acompañar al P. Luis Eduardo Trujillo Suárez, sacerdote eudista, en su acción de gracias por los 50 años de vida ministerial. Un nutrido grupo de feligreses de la parroquia santa Bárbara de Usaquén, donde el P. Trujillo desempeña actualmente su servicio como vicario, juntos con sus familiares, amigos y exalumnos vinieron también para expresarle su cariño.
En esta misma celebración los jóvenes Norbey Andrés Herrera, Ángel Jesús Tapie y Jairo Alonso Gelvis, firmaron su acta de ingreso a la Probación en la Congregación de Jesús y María. Los acogemos con fraternidad y los felicitamos de todo corazón.
Compartimos con todos el sentido mensaje de agradecimiento pronunciado por el P. Luis Eduardo Trujillo, al final de la celebración, con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales.
“Esta Eucaristía es para mí una celebración muy propicia para agradecer. En primer lugar al Padre celestial, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo.
Al Padre celestial doy infinitas gracias porque en sus designios eternos me ha regalado la vida y con ese don me ha colmado en incontables dones, gracias y bendiciones especiales.
A Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote, elevo mi acción de gracias porque, sin ningún merecimiento propio, me hizo partícipe de su sacerdocio y me ha guiado y auxiliado en todas las circunstancias de mi ministerio sacerdotal.
Al Espíritu Santo dirijo mi acción de gracias porque se hizo presente desde el día de mi bautismo, me fortaleció en mi fe el día de mi confirmación y se posó en mí el día 17 de enero de 1965 en Málaga (Santander) cuando Monseñor Héctor Rueda Hernández me impuso sus manos y me consagró sacerdote para siempre.
De igual modo elevo mi acción de gracias a la Santísima Virgen María porque ella es la Madre de la Iglesia, la Madre de los sacerdotes, es nuestra Madre, porque es mi Madre y con su poderosa intercesión me ha alcanzado favores innumerables y me ha protegido durante toda mi vida.
Igualmente le agradezco inmensamente a mi ángel de la guarda porque siempre me ha acompañado y me ha liberado de muchos peligros.
Agradezco de igual manera a san Juan Eudes, fundador de la Congregación de Jesús y María, quien con sus escritos me ha guiado e inspirado durante todo mi ministerio sacerdotal.
Agradezco muy sinceramente a los Padres Generales, a los Provinciales, al padre Gustavo Londoño, actual Provincial, quien me urgió a celebrar los 50 años de sacerdocio aquí en el Seminario Valmaría, porque con las obediencias o misiones que me asignaron, me han revelado cuál era la voluntad de Dios. Pero permítanme expresarle de manera especial al padre Álvaro Torres, aquí presente, mi inmensa gratitud porque cuando fue Provincial me envió a estudiar a Roma y de esta manera me permitió conocer la cultura europea y tuve la oportunidad de conocer diversas capitales del Viejo Continente y sobre todo conocer Tierra Santa.
Les agradezco también a todos los sacerdotes eudistas con quienes he trabajado durante mi ministerio sacerdotal, como también a todos los demás sacerdotes eudistas. No puedo menos de recordar a tantos hermanos laicos eudistas, entre ellos al Hno. Pedro Nel Ospina, el único sobreviviente y representante de todos ellos. Al Hno. Pedro Nel, aquí presente, le agradezco su compañía y ayuda principalmente en el Seminario Regional Juan XXIII de Barranquilla donde trabajamos en medio de muchas dificultades.
A pesar de todo, si alguien me preguntara cuál ha sido la satisfacción más grande en mi ministerio sacerdotal, diría que haber colaborado en la formación sacerdotal de muchos sacerdotes de las 8 Diócesis de la Costa Atlántica durante los 25 años de mi permanencia en el Seminario Regional de Barranquilla.
Debo expresar también mi gratitud inmensa a todos los feligreses de la parroquia santa Bárbara de Usaquén que han orado por mí, que me ha felicitado, a todos los que han venido a acompañarme en esta Eucaristía y me han ayudado a dar gracias a Dios por este don divino de mis 50 años de sacerdocio. Muchas gracias también a mis familiares que han venido a acompañarme.
Ahora bien, he procurado servir a Cristo y a su Iglesia, tal como nos exhorta san Juan Eudes en sus escritos. En realidad el sacerdote es ante todo un servidor de sus hermanos en la fe, de todos, sin ninguna distinción, a imitación de Jesucristo que vino a servir y no a ser servido, como El mismo lo afirmó. Sin duda la vida del sacerdote está marcada por esta misión de servicio porque proyecta en el mundo la presencia real de Jesucristo y proclama el mismo mensaje de salvación.
Al considerar este regalo tan grande y al llegar a esta cumbre tan alta de mi ministerio sacerdotal, quedo asombrado, anonadado, abrumado por la inconmensurable bondad de Dios. Me siento sumergido en el misterio insondable del AMOR, de la misericordia infinita de Dios. Pienso para mis adentros: a cuántos bauticé, cuántas eucaristías celebré, a cuántos penitentes absolví en nombre de Dios Padre, a cuántas parejas presencié y bendije su matrimonio en nombre de Dios y de la Iglesia, a cuántos enfermos administré y preparé para llegar a la vida eterna, durante mi ministerio sacerdotal: solamente Dios lo sabe.
Una vez más les reitero a todos ustedes mis agradecimientos por sus oraciones, felicitaciones, por la participación en esta Eucaristía de acción de gracias. Que nadie se sienta excluido de mi gratitud.
Gracias, gracias, gracias.
BENDITO SEA DIOS PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO AHORA Y POR SIEMPRE. AMÉN.
P. Luis Eduardo Trujillo Suárez, cjm.
Querido padre Luis Eduardo, muchas gracias por su testimonio de amor a la Congregación y de servicio abnegado en la Iglesia como formador de sacerdotes.
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