En el año de 1648, san Juan Eudes funda la Fiesta al Corazón de María, un 8 de Febrero. Y es precisamente este acontecimiento el que le da unidad y a la vez culminación al ciclo de la Infancia de Jesús, tal y como lo describe el mismo evangelista Lucas: María conservaba todos estos hechos meditándolos en su corazón (Lc 2,19.51). Y se podría decir que no sólo conservaba todos estos hechos, sino que también los tenía presente en su vida, los amaba y los abrazaba con su fíat maternal, con su dulzura, con su humildad, con su servicio. Y es esto lo que hará del Corazón de María un Corazón lleno de las bondades de Dios.
Precisamente san Juan Eudes contempla este Corazón de María. Contempla un Corazón puro. Un Corazón lleno de infinito amor por su misión de Madre, de Servidora, de Mujer bondadosa. Un Corazón que siempre trasparenta los misterios de la salvación que, unidos a los misterios del Amor del Padre, se forma en la vida de todos los hombres.
San Juan Eudes contempla el Corazón guardián de María. El Corazón que siempre está vigilante a la escucha de la llamada del ángel: No temas, María, porque has hallado gracia ante los ojos de Dios. El Corazón que aguarda con infinito celo los misterios de la Encarnación del Verbo.
San Juan Eudes contempla el Corazón que da testimonio. El Corazón que sirve. El Corazón que recibe, el Corazón que aguarda. Contempla el Corazón Inmaculado, el Corazón sin mancha. Contempla el Inmaculado Corazón de María que nos ayuda a interceder ante el Padre por nuestras necesidades, penas y desdichas, pero también por nuestras alegrías, capacidades, misiones cumplidas y proyectos puestos en marcha.
San Juan Eudes contempla a Jesús como el Corazón de María, que vive y reina en ella.
Y, al sentir cómo san Juan Eudes contempla este inefable Don del Inmaculado Corazón de María, puedo meditar muy bien las palabras de un gran artista, Felipe Gómez, quien describe en su melodía “Rosa mística” cómo la Madre del cielo abre sus brazos al Padre de los cielos y lo acoge como su Divino Amor:
Las rosas del cielo, dulce y delicadas
duermen en tu pecho de amor adornadas,
Tus manos fecundas de gracias benditas,
Madre de los hombres al cielo me invitas.
Oh Flor misteriosa, Amor tan sagrado,
Tomarte en las manos, rezar a tu lado.
Estrellas hermosas, queriendo ser flores,
Adornan tu manto de nuevos colores.
Pero en tu mirada, veo tristeza y llanto,
Rosa misteriosa escucha mi canto.
No llores mi niña, lágrimas de sangre
Que para las almas no se haya muy tarde.
Te canta tu hijo, pobre corazón,
Pero soy un alma que busca tu amor.
Que esta sea una historia de había una vez
Un hombre que quiere vivir a tus pies.
Así, pues, contemplemos, como san Juan Eudes, en esta celebración, la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, y dejemos que el Corazón de Dios se establezca plenamente entre nosotros:
Corazón compasivo de María, mira bondadoso tantas miserias y tantos desdichados que pueblan la tierra: tantos pobres, tantas viudas y huérfanos, tantos enfermos, tantos cautivos y prisioneros, tantos seres humanos víctimas de la malicia y perversidad de los hombres, tantos indefensos y oprimidos por la violencia de quienes los subyugan. Madre de Misericordia, abre los ojos de tu clemencia para contemplar nuestra desolación. Abre los oídos de tu bondad para escuchar nuestra súplica. Bondadosa María, haz que gustemos las delicias inefables de tu corazón. Amén.
Fabio Nelson Garcés
(Candidato Experiencia Pastoral- Provincia Colombia)
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