jueves, 19 de febrero de 2015

Nuevo Eudista Mexicano: P. Héctor Manzanarez

“Para celebrar una eucaristía se necesitan tres eternidades: la primera para prepararla, la segunda para celebrarla y la tercera para dar gracias”

San Juan Eudes

Desde el primer día que entré en la casa de formación “Ave Cor” de la ciudad de México, leí la frase anterior que se encuentra en un cuadro al entrar de la casa y me dí cuenta que yo iniciaría la primera eternidad: prepararme.

La preparación de un eudista es sencilla, gratificante y con amplios panoramas. Al igual que mis hermanos cursé Teología en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, viví mi experiencia de Tiempo Especial de Formación Eudistas (TEFE) en el año 2011 en la casa de formación “La Misión” en Ecuador, y al mismo tiempo experimentaba el campo de pastoral en algunas parroquias, conociendo nuevas experiencias, personas diferentes y una cultura que fue nueva para mí, pues vivir en Ecuador fue algo especial. Me preparé con la ayuda de mis formadores de la manera más intensa, sencilla y llena de calidad eudista.



Aprendí a vivir en fraternidad, en la alegría de sentirme una persona consagrada por mi bautismo. Conocí y experimenté la espiritualidad eudista lo que me llevó a reafirmar mi opción vocacional, a continuar con el sí que le daba al llamado que el Señor me hacía para vivir, servir y morir en al CJM. Estando en formación recibí los ministerios laicales de lectorado, acolitado y posteriormente fui incorporado a la CJM para dar paso a mi ordenación diaconal, una experiencia única que solo podía ser superada por el Orden Sacerdotal.


Continúe caminando y llegó el gran momento de celebrar la eucaristía que estábamos preparado, el 16 de diciembre del 2014 fui ordenado presbítero por manos de Mons. Crispín Ojeda, un hombre justo y lleno de Dios. Acompañado por mi familia, los amigos más cercanos, los asociados eudistas de México y algunas personas de la parroquia. En esta sencilla y pequeña ceremonia compartieron conmigo la alegría de ser ordenado algunos padres de la CJM.


Quiero compartir con ustedes algunas preguntas que me hicieron y que creo que todos alguna vez nos hemos hecho en relación a una ordenación sacerdotal. ¿Qué sentiste cuando estabas postrado? A esta pregunta mi respuesta es muy particular: “sentí todo, estaba emocionado, lloré como un niño porque estaba impresionado saber que toda una comunidad se postraba en oración por mí.

 

Conforme pasaba la letanía me fui relajando y me colocaba en las manos de Dios, le pedía que me llenara de su Espíritu Santo, oré sin cesar al escuchar cada parte de la letanía”. ¿Qué te impactó más de tu ordenación? En realidad toda la ordenación es impactante, pero sentir, escuchar y estar en la oración consagratoria es algo indescriptible, ahí me pude dar cuenta del amor tan inmenso del Señor hacia mí, los míos y hacia nosotros. En ése momento me sentí la persona más importante del universo, porque el Señor me había llamado y yo acepté su invitación. ¿Por qué tu expresión fue de sorpresa cuando Mons. Crispín te ungió con el Crisma? Ya estaba demasiado emocionado, con los sentimientos a flor de piel, con el corazón acelerado y cuando Mons. Crispín me ¡ungió con mucho, pero mucho crisma! ¡Hasta se derramó de mis manos! Y ver la expresión de Mons. Crispín al ungirme con tanta alegría, disfrutando que daba a la Iglesia unas nuevas manos consagradas me sorprendió y admiró. En general todo me gustó porque planeamos hasta los errores que algunos pudieron ver, quienes conocen mi historia sabrán que hasta eso estaba planeado con la bendición del Señor, no quería una ordenación perfecta, quería una ordenación que pudiéramos disfrutar todos los que hacemos parte de esta historia. 


Hay más preguntas pero creo que estas son las que pueden describir la Eucaristía que cambió mi vida para siempre.
 

Finalmente, la tercera eternidad es agradecer y yo estoy agradecido con el sacerdote que me bautizo, con el sacerdote que me confesé por primer vez, con el sacerdote con quien viví la primera Eucaristía, agradecido con el Obispo que me confirmó, con mis formadores, con mis superiores, con mis hermanos de comunidad, con Mons. René Coba quien me ordenó diacono en Quito, con Mosn. Crispín que me ha dado el más grande regalo al ordenarme presbítero, con mis amigos, con mi familia, con San Juan Eudes, y por supuesto, le agradezco a Dios por este don inefable lleno de su amor que me ha regalado.


Fraternalmente en el corazón de Jesús y María
P. Héctor Manzanarez García CJM
México.







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