“Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe”. (Rom 13, 11).
Todos en alguna ocasión de nuestra vida, no importando la edad o la situación que estemos atravesando, hemos sentido la necesidad de buscar a Dios, de decirle que llene nuestra vida vacía, que Él en su misericordia perdone nuestros malos procederes, sabiendo dentro del corazón que aunque todos se vayan, siempre estará para nosotros.
Quizá suene oportunista decir que buscamos a Dios cuando parece todo perdido, sin embargo; buscar a Dios en esos momentos de adversidad, se vuelve lo más sincero que podamos realizar, pues ya no hablan nuestros intereses, habla nuestro corazón sediento de amor e inquieto por la desbordante misericordia de aquel que nos creó. Hasta la misma Teresa de Ávila, afirmaba que estar en la enfermedad, o en la adversidad le acercaba más a Dios.
Desbordante misericordia; no sé que se que pasa por tú cabeza, cuando escuchas esta expresión, pero cuando la escucho puedo darme cuenta que tengo un Dios incondicional, que me ama cuando otros me desprecian, que me escucha cuando todos se tapan los oídos, que me habla por medio de su palabra, y es el único que me dice; “Te amo con amor eterno”, (Jer 31, 3).
Entonces; ¿A dónde vamos a ir si solo Tú tienes palabras de vida eterna?, le dice Simón a Jesús cuando muchos que le seguían se marchaban. En diversas circunstancias, nos damos cuenta que solo en el amor de nuestro Padre Dios, podremos hallar nuestras esperanzas, pero ¿Por qué nos desanimamos, después que hemos dado un paso de conversión?
Sin duda nos emocionamos y nos sentimos bien cuando buscamos a Dios, hacemos oración, vamos a misa y tratamos de hacer el mejor bien posible, pero cuando llega la ocasión de pecado, cedemos a él, y posterior a esto llegan los remordimientos, sintiéndonos indignos del amor de Dios, incapaces de perdonarnos, y de buscar su perdón. Hoy quiero decirte; que es en esos momentos de pecado y de miedo, cuando más hay que orar y acercarnos a nuestro Roca y defensa, no importando la circunstancia “Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos”, (Efesios 6, 17-18).
Perseverancia es una virtud muy importante en la vida del cristiano, pero no sólo por el hecho de que existan personas perseverantes, es para tenerla en cuenta en su etimología, siempre y en cada momento de nuestro caminar cristiano, que no es otra cosa que constancia en la virtud y en mantener la gracia hasta la muerte: ”No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa. Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido”. (Hebreos 10, 35-36). Seremos recompensados si hacemos lo que tenemos que hacer queriéndolo hacer y haciéndolo con todo el empeño.
Ten en cuenta también que caer en el pecado no significa, que nos alejemos de Dios, quien siempre incondicionalmente está a nuestro lado. El pecado es una oportunidad, para recomenzar, para orar con fervor, y así hablar más con quien nos ama. El pecado es para sacudirse del fango, y con recta intención, alejarse de él, sabiendo que tenemos un Dios rico en misericordia, . “Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahveh, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en perdonar”. (Isaías 55, 7).
Escrito por RCCradio
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