viernes, 6 de marzo de 2015

Inauguración del Seminario Mayor de Tulcán Nuestra Señora Reina de la Paz

El lunes 23 de febrero de 2015 se celebró la apertura solemne del Seminario Mayor Binacional “Nuestra Señora de La Paz” de Tulcán que acoge a los seminaristas de las Diócesis de Ipiales (Colombia) y Tulcán (Ecuador).

Por decisión de Mons. Fausto Gaibor, obispo de Tulcán y Mons. Arturo Correa Toro, obispo de Ipiales, con el respaldo de los dos presbiterios diocesanos, decidieron aprovechar las excelentes instalaciones del Seminario de Tulcán para acoger a los seminaristas de ambas Diócesis. Los Señores Obispos han confiado la dirección del Seminario Mayor a la Congregación de Jesús y María – Provincia Eudista de Colombia. El Consejo Provincial ha nombrado al P. Gabriel Alberto Reyes Tristancho, cjm, como rector y con la colaboración del P. Wilson Martínez, como director del curso introductorio. Un sacerdote de cada una de las Diócesis integran el equipo de formación: P. Diego Nejer, de Tulcán, desempeña el servicio de ecónomo del seminario y el P. Francisco Burbano, director académico y formador. La comunidad del Seminario cuenta con un total de 46 seminaristas: 40 pertenecen a la diócesis de Ipiales y 6 pertenecen a la diócesis de Tulcán, desde el curso Introductorio hasta segundo de Teología.

La Provincia de Colombia ha respondido con alegría al llamado de los Señores Obispos porque esta obra fortalece nuestro servicio en los seminarios mayores de Ecuador y nos permite regresar a la querida Diócesis de Ipiales donde gran parte de su presbiterio ha sido formado por los eudistas durante 75 años de presencia en el Seminario Mayor Los Sagrados Corazones de Pasto.

Los presbiterios de las dos Diócesis, encabezados por su respectivo Obispo, se congregaron en las
instalaciones del Seminario Mayor para la concelebración de la Eucaristía a las 11:00 AM, luego compartimos el almuerzo con los seminaristas, religiosas, laicos y familiares de los seminaristas que llegaron a participar de la fiesta. Durante la tarde se organizó una jornada deportiva en la que participaron sacerdotes y seminaristas quienes disfrutaron de la fraternidad y las magníficas instalaciones deportivas del Seminario.

Compartimos la homilía pronunciada por Mons. Fausto Gaibor, quien presidió la Eucaristía de inauguración en este año jubilar de la Diócesis de Tulcán que celebra 50 años de vida diocesana.

“Saludo con afecto a Mons. Arturo Correa, Obispo de la Diócesis de Ipiales (Colombia). Saludo al Rev. Padre Gustavo Londoño, superior provincial de padres Eudistas; al Rev. Padre Manuel Chamorro, Vicario general de la Diócesis de Ipiales. Al Rev. Padre Lenin Hernández, Vicario general de la Diócesis de Tulcán. Rev. Padre Gabriel Alberto Reyes, Rector del Seminario Nuestra Señora de la Paz. Rev. Padre Wilson Martínez, formador eudista. Rev. Padre Francisco Burbano, formador representante de la Diócesis de Ipiales. Rev. Padre Diego Nejer, formador representante de la Diócesis de Tulcán. Profesores. Queridos sacerdotes de las Diócesis de Ipiales y Tulcán. Hermanas Religiosas Doroteas, personal de servicio. Familiares y amigos invitados. Queridos seminaristas que representan una gran esperanza para la Iglesia.

En este día en que la Iglesia venera a san Policarpo, obispo y mártir, y al entrar en la primera semana de cuaresma, tiempo de gracias y renovación, con gran alegría celebramos esta Eucaristía, en torno al Señor Resucitado y a su Madre, que es también la nuestra, este encuentro tan significativo de amistad entre las dos Diócesis, que se unen para la formación de nuestros sacerdotes, discípulos misioneros de Jesucristo en el Seminario Mayor Nuestra Señora de la Paz de la Diócesis de Tulcán, escuela y casa de convivencia en la comunión, de formación cristiana y verificación vocacional, de preparación al don del encuentro con Dios en Cristo Sacerdote, a la luz y bajo la guía del Espíritu.

El Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, indica: el Obispo considere la primera institución diocesana, el seminario, y haga objeto de las atenciones más intensas y asiduas de su ministerio pastoral, porque del seminario dependen en gran parte la continuidad y la fecundidad del ministerio sacerdotal de la Iglesia.

El Concilio Vaticano II, en el decreto Optam Totius, destaca la importancia del Seminario para la vida de las parroquias y el afecto y apoyo que ha de recibir por parte de toda la comunidad diocesana. Dice así: Todos los sacerdotes deben considerar al Seminario como el corazón de la Diócesis y prestarle gustosamente su ayuda.

Una de las prioridades en el caminar de las Diócesis ha sido y será siempre el seminario, espacio privilegiado, escuela y casa para la formación de nuestros sacerdotes. Todos los obispos que han ocupado la sede de esta Iglesia particular han demostrado su cariño con obras por esta Institución eclesial. Va nuestra oración por su fundador: Mons. Luis Clemente de la Vega, primer obispo de la diócesis de Tulcán, que de Dios goza.

Todos somos responsables del seminario, por esto la pastoral vocacional es responsabilidad de todo el pueblo de Dios, desde la familia hasta la parroquia. Intensifiquemos nuestra oración, testimonio y promoción vocacional. Que cada familia, parroquia y cada sacerdote sea un entusiasta promotor vocacional, ojalá y todas las parroquias tengamos seminaristas como fruto de ser comunidades vivas y fecundas.

Agradecemos de corazón a Mons. Arturo Correa y su presbiterio, la voluntad y la firme decisión de unificar la formación de los seminaristas de Ipiales en el Seminario Nuestra Señora de la Paz, con el fin de revitalizar la formación integral de los futuros candidatos al sacerdocio, fomentar la fraternidad sacerdotal entre las dos Diócesis y fortalecer la pastoral fronteriza.

Los dos Obispos con sus sacerdotes, agradecemos al Rev. P. Gustavo Londoño Muñoz, provincial de los Padres Eudistas por la respuesta favorable de su Congregación para formar parte del equipo de formadores del Seminario, reconocemos la idoneidad, la amplia experiencia y capacidad del trabajo formativo de la Congregación de Jesús y María – Padres Eudistas.

Sobre los formadores de seminaristas recae una gravísima responsabilidad. En sus manos está el futuro mismo de la Iglesia. De ellos, asistidos por la gracia de Dios, depende que los sacerdotes de mañana sean pastores según el Corazón de Cristo, comprometidos con la Nueva Evangelización en nuestras Diócesis, que, transformados por el Evangelio y la celebración del Misterio Pascual, y asuman los procesos de formación integral, sean constructores del Reino. El Evangelio de Mateo es todo un proyecto de vida cristiana que se tendrá en cuenta en el día del juicio final, se sabrá si hemos amado al prójimo en situaciones concretas en comida, casa, vestido, visitar al enfermo, al encarcelado, la motivación que nos mueve a ayudar no es solo la solidaridad o filantropía, sino el ver en el hermano necesitado a Jesucristo, porque El se identifica con todos los menesterosos del mundo.

El Papa Francisco nos advierte en su mensaje de Cuaresma que todos podemos caer en la tentación de olvidarnos de los demás, esta actitud egoísta de indiferencia ha alcanzado una dimensión mundial, se puede hablar de globalización de la indiferencia. Este malestar que se viene dando en la humanidad, a muchos no les interesan los problemas de los demás, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen, entonces el corazón cae en la indiferencia.

Jesús nos invita a cumplir con el precepto del amor “os doy un mandamiento nuevo: que os améis los
unos a los otros como yo os he amado. En esto conocerán todos que son mis discípulos”. Los hombres serán juzgados por su actitud frente a la persona de Jesucristo, todos estamos invitados al Reino de Dios a realizar obras de caridad para con el prójimo, son estas obras que se exigen para ingresar en la vida eterna, servir al prójimo necesitado es el motivo central del juicio, quienes aman como Jesús entran a gozar del banquete eterno de la gloria.

El libro del Levítico, recoge las leyes que después del destierro se dieron al pueblo de Israel. La santidad de Yahveh es la motivación central para todos los humanos: “sed santos, porque yo, vuestro Dios, soy santo”. Es una hermosa invitación que ya escuchamos desde el principio de la cuaresma, ser santos es una exigencia surgida desde nuestra fe en Dios, esa tiene que ser el ideal y la meta de todo creyente, en todo momento, en toda vida. El camino que nos propone para vivir esa santidad es parecernos a Dios.

Con esta solemne Eucaristía inauguramos el Año Académico 2015 del Seminario Nuestra Señora de la Paz. Invoquemos con fuerza y confianza la presencia y la acción del Espíritu Santo sobre cada uno de nosotros y sobre esta comunidad formativa de presbíteros-discípulos y misioneros de Jesucristo, imploremos la maternal protección de nuestra Madre amorosa, la Virgen María, y la intercesión del santo cura de Ars, modelo de servidor incansable del Pueblo de Dios.

Comenzamos un año nuevo, es decir, una nueva etapa de encuentro permanente con el Señor en la oración, en la lectura de su Palabra, que es Palabra de vida; en la vivencia de la Liturgia, que es fundamental para el cristiano y elemento central en la vida del sacerdote diocesano; en el encuentro con el Señor en la intimidad personal ante el Sagrario, en el silencio de la meditación, en conocimiento de la vida de los santos, en el estudio de la espiritualidad, en el crecimiento en el amor a la santa Iglesia de Dios.

Queridos seminaristas, dedíquense con seriedad al estudio tanto en el campo de la filosofía como en campo de las ciencias sagradas. Además, deben dejarse conducir por el Espíritu Santo, bajo la luz del Magisterio de la Iglesia, expresión de la enseñanza de los sucesores de Pedro y de los Apóstoles en nuestro mundo de hoy. El sacerdote debe ser un maestro de la verdad, y ello se consigue solamente dedicándole tiempo al estudio sistemático y continuo.

Que la Santísima Virgen, en sus títulos de Las Lajas y de la Paz, que en esta mañana nos mira con especial ternura, y los santos Patronos de las Diócesis intercedan por nosotros ante el Señor y bendigan esta naciente, pero ya gozosa y esperanzadora Institución. ¡Que así sea!






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