En esta solemnidad eudista del Sagrado Corazón de Jesús, la Congregación de Jesús y María da gracias a Dios por los 25 años de Incorporación a ella de su Superior General, el P. Camilo Bernal y de los siguientes sacerdotes: Jairo Gallego, Oscar González, José Toribio Lacruz, Raúl Téllez, Bernardo Vergara, Carlos Zuluaga y Salomón Bravo.
La Casa de Roma, así como las comunidades locales a las que pertenecen los eudistas que hoy cumplen sus Bodas de Plata, unen a la acción de gracias Eucarística y a la contemplación del adorable Corazón de Jesús, el regalo inmenso del "sí" de estos hermanos, de la ofrenda total de sus vidas, al Señor que los ha llamado y enviado a la misión, por medio de la Congregación fundada por san Juan Eudes.
El P. Alvaro Torres nos ayuda a captar el sentido de la "Incorporación" y su correlación con el tema del "Corazón", con esta bella explicación:
" La Incorporación a la Congregación de Jesús y María es una consagración. Las Constituciones nos la presentan como una respuesta a un llamado que Dios nos hace (Cons. 75). El llamado precede a la respuesta. Cuando hablamos de consagración de una persona a Dios fácilmente insistimos en el acto humano de la persona y dejamos en la oscuridad el llamado de Dios. En toda la vida de fe Dios siempre toma la iniciativa. (...)
La consagración tiene un presente palpitante en la vida. Tiene fecha, tiene hora, tiene lugar, tiene testigos. San Juan Eudes nos invita a hacerlo Corde magno et animo volenti. Quiero recordar la traducción que en un momento dado nos entregó el Padre Hipólito Arias: con entusiasmo e intrepidez. Entusiasmo recordando que esa palabra significa endiosamiento. Es dejarse habitar por la fuerza divina. Es dejarse mover por el poder salvador. Cuando Juan Eudes hablaba del Corde Magno quería que entendiéramos no nuestro corazón sino el Corazón de Cristo, grande y rico y poderoso porque divino. La intrepidez. Palabra para traducir esa parresia de que habla la Palabra de Dios, hecha de arrojo y libertad. El papa Francisco acude a ella a menudo para inspirar nuestro trabajo, vivido muchas veces en la debilidad y la pobreza, pero al tiempo fuerte y poderoso por la fortaleza divina del que nos habita. Al hacer la Incorporación como acto presente de consagración no podemos menos de recordar a san Pablo que transmitía su experiencia de debilidad inundada por la fuerza de Dios. (...)
No confundamos la consagración con los votos de religión: pobreza, castidad y obediencia. En la historia de la vida religiosa inicialmente no se formulaban. Se hacía el voto de bautismo, de evangelio, de Jesucristo. Los votos vinieron a formularse después pero ya se hallaban implícitos en el voto de la opción fundamental. No olvidemos que los dones divinos son sin arrepentimiento (Ro 11, 28-29). Nos consagramos para siempre apoyados no en nuestra fidelidad sino en la fidelidad del Cristo que nos consagra. El es el AMÉN en nuestra vida".
No hay comentarios:
Publicar un comentario