Queridos hermanos y hermanas, los asociados de Honduras nos sentimos felices de realizar y compartir con ustedes la oración que une a la familia eudista en este mes, en el que celebramos la memoria de los beatos mártires eudistas Francisco Luis Hebert, Francisco Lefranc y Pedro Claudio Pottier, quienes, fieles a las enseñanzas de san Juan Eudes, entregaron su vida por el Señor en defensa de la Iglesia en el marco de la Revolución Francesa, durante los primeros días de septiembre de 1792, y fueron beatificados, junto con otros mártires más –un total de 191 conocidos como los Mártires de Paris–, por S. S. Papa Pio XI el 17 de octubre de 1926.
Actualmente, nuestro amado Papa Francisco nos ha regalado su nueva encíclica Laudato si´ (Alabado seas), firmada el 24 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, y presentada el 18 de junio de este año. Con esto en mente, hemos querido proponer una pequeña contemplación del amor de Dios por todas sus creaturas y de nuestra responsabilidad como seres humanos ante la creación y ante nuestros semejantes, basada en un extracto del capítulo 3 de dicha encíclica.
Nos dice el Papa que el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado. La forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como «señor» del universo consiste en entenderlo como administrador responsable. No podemos olvidar que todo está conectado en la creación, por eso, nos advierte, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el medio ambiente, sin sanar antes todas nuestras relaciones interpersonales. La apertura al otro, manifestada en acciones como conocer, amar y dialogar, sigue hablando de la nobleza constitutiva de la persona humana. Igualmente, la apertura a Dios.
También es indispensable reconocer el valor del trabajo. “Ora et labora” es la consiga benedictina para indicar que el trabajo, por sencillo que sea, debe estar impregnado de un profundo sentido espiritual. En cuanto a la naturaleza, se observa, todo uso y experimentación «exige un respeto religioso de la integridad de la creación» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2415). Ahora bien, es preocupante que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del ambiente (fauna y flora), a veces no aplican los mismos criterios cuando de la defensa de la vida humana se trata; se olvida que el valor inalienable de toda persona va más allá del grado de su desarrollo.
2. A la luz de la Palabra de Dios
Romanos 8, 19-23.
Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto, pues desea vivamente ver la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (…) Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.
Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura (Laudato si’, n. 2)
3. Momento Eudista
Propiamente no sabemos de un texto de san Juan Eudes que se refiera de modo específico a la cuestión propuesta en la Laudato si´ sobre el cuidado de nuestra casa común (ecumene), pero en sintonía con la insistencia del Papa Francisco, apoyado en algunos de sus predecesores como en el hoy día santo Juan Pablo II, de que el deterioro del medio ambiente radica en un deterioro más alarmante que es la ecología humana, esto es, aquello aludido arriba sobre nuestras relaciones básicas (con nosotros mismos, con nuestros semejantes, con el orden de lo creado, y, en síntesis, con Dios), si cabe acá entonces la altura, la disposición espiritual con las que el santo barón del siglo XVII nos exhortaba a entablarlas, desde nuestra cotidianidad, desde nuestro día a día, reparemos sobre todo en la última frase:
OFRECIMIENTO DE LAS ACCIONES DEL DÍA
(OC 1, 105-106)
Todas las obras del cristiano son valiosas a los ojos de Dios. Valen no sólo porque las ofrezcamos sino porque las hacemos como hijos de Dios, pero el ofrecerlas nos hace tomar conciencia de ese valor.
Adorable Jesús, te adoro, te glorifico y te amo, por lo que eres en ti mismo y en todas las criaturas.
Me ofrezco y consagro a ti, Salvador mío, y por ti al Padre en forma total y perdurable. Te ofrezco mi cuerpo, mi alma y mi espíritu; mi corazón, mi vida, mis pasos y miradas.
Renuncio a las seducciones y tentaciones del mal. Rechazo todo sentimiento de amor propio, de orgullo y demás pasiones e inclinaciones torcidas que hay en mí.
Dame la gracia de servirte en el día de hoy, y en el resto de mi vida, con fidelidad y amor; concédeme tratar a mi prójimo con caridad, bondad, paciencia y humildad.
4. Canto sugerido
HERMANO SOL, HERMANA LUNA
Hermano sol, hermana luna yo quiero saber,
cómo ha hecho el Señor
toda la tierra de verde y de flor,
y hacer que el cielo se adorne
en su esplendor.
Hermano sol, hermana luna yo
de ver la vida yo creo en el amor,
de las estrellas del cielo creo en Dios,
de ver las aves por aire volar
de ver los prados alegres saludar.
Hermano sol, hermana luna yo pido a los
dos mi día acompañar
y las bellezas siempre iluminar,
a la mañana oro se le dará,
plata en un manto la noche azul tendrá.
Hermano sol, hermana luna
yo quiero poder a los cielos cantar
y a Dios por todo
las gracias quiero dar.
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