Noche de alegría, de gozo y de júbilo total porque “Cristo ha resucitado”. Frente a cientos de personas que asistieron a la Plaza de Banderas del Minuto de Dios para celebrar la Vigilia de Pascua, la noche anterior, luego de un día de silencio en el que se esperaba la Buena Nueva de la Resurrección de Cristo, el padre Salomón Bravo, en compañía de varios sacerdotes eudistas, presidió esta Fiesta de Resurrección hacia las 9 de la noche. Fue un grandioso renacer en el Señor, quien bendijo con su lluvia para ser libres del pecado y de los agobios del mal.
Con la presencia de los padres Camilo Bernal, Superior General de la CJM; Harold Castilla, Rector de la sede principal de Uniminuto; Jorge Moya y Orlando Hernández, se llevaron a cabo los tres actos especiales: la bendición del fuego nuevo, la liturgia de la Palabra y la liturgia bautismal, para luego volver a recibir el cuerpo y sangre de Jesucristo a través de la Sagrada Eucaristía. Con la bendición del fuego, el padre Salomón comenzó la procesión por todo el espacio para que cada feligrés encendiera su propio cirio y diera nueva luz a su vida. “Es el fuego de Cristo, su luz, que queremos que se prenda en nuestro espíritu, que nos guíe y nos conduzca por el camino de una vida santa hasta la vida eterna. Con esta intención encendemos nuestra vela en la Luz de Cristo, en el Cirio Pascual, pidiéndole a Dios que no se apague nunca en nosotros el fuego de su Espíritu. El fuego de Cristo debe purificar nuestro corazón y nuestra conducta, de tal modo que vivamos durante toda nuestra vida animados por su Espíritu vivificador”.
Acto seguido, se hicieron las distintas lecturas, 7 del Antiguo Testamento y los tres evangelios del Nuevo Testamento. “Esta noche santa escuchamos, en las lecturas del Antiguo Testamento, el relato de las maravillas que hizo Dios con su pueblo. En las lecturas del Nuevo Testamento escucharemos las maravillas que Cristo ha hecho por nosotros, liberándonos de la muerte mediante el bautismo y abriéndonos las puertas de la Vida Eterna, con su resurrección. Es bueno que, en esta noche, también cada uno de nosotros repasemos las maravillas y las gracias que Dios nos ha dado y que le demos sincerísimas gracias por su bondad, por su amor y por su misericordia. Dios ha estado grande también con nosotros y, por eso, estamos alegres y agradecidos”.
Luego llegó la liturgia bautismal, en la que todos han sido bendecidos con agua para renovarse en el bautismo. Pues con el agua que Dios derramó sobre cada uno de los asistentes en la plaza, la bendición fue más sentida. “Es un buen momento para recordar nuestro compromiso bautismal y para renovar nuestras promesas del bautismo. En nuestro bautismo, según nos dice hoy San Pablo, fuimos sepultados con Cristo en la muerte, para que así “como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva”. En esta noche santa debemos pedirle a nuestro Padre Dios que, por los méritos de su Hijo, haga morir en nosotros al hombre viejo, para que podamos vivir revestidos del hombre nuevo. ¡Que el Espíritu de Cristo en el que fuimos bautizados se haga cada día más vivo y presente dentro de nosotros!” El padre Salomón roció agua bendita para así significar ese renacer en la vida de Cristo. De esta manera se entrega la gran noticia para todos: “¡Cristo ha resucitado!”
Llegó, entonces, el momento para recibir nuevamente el Cuerpo y Sangre de Cristo, la celebración de la Sagrada Eucaristía, que no había sido celebrada desde el jueves Santo. “Entramos ya propiamente en el tiempo de Pascua y estallamos de alegría cuando el órgano nos invita a cantar el canto de los ángeles: ¡gloria a Dios en el cielo…!. En la celebración de la Eucaristía hacemos memoria y actualizamos gozosamente la muerte y resurrección del Señor. Lo importante es que la liturgia de la celebración eucarística, en esta noche, no sea sólo expresión externa de nuestro gozo interior, sino, sobre todo, actualización gozosa interior de la Resurrección de Cristo y de nuestra esperada resurrección”.
El padre Salomón entregó su enseñanza para reflexionar sobre el compromiso de esta noche: “recordemos que Jesús nos libera del pecado y de la esclavitud, de todo aquello que nos oprime en nuestras vidas... De ahí que como cristianos tenemos un compromiso primordial con el Señor, que consiste en dos aspectos: buscar al Señor Jesucristo y ser portador de su luz”. Una luz que salva, que libera y que es testimonio vivo del amor que Dios profesa a la humanidad. “Es ese amor que nos libera de los egoísmos, las envidias, de la corrupción y de las injusticias en este país”.
El júbilo se hizo presente porque se hizo alabanza, se danzó, se cantó, se hizo oración, en una noche que, a pesar de las circunstancias dadas por la lluvia y el frío, el calor del Espíritu Santo predominó para darle la gloria a Dios y celebrar la Victoria de Cristo en la Cruz.
Feliz día de Resurrección.
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