Promovió la saludable devoción a los sagrados corazones de Jesús y María.
El santo del siglo XVII fue canonizado el 31 de mayo de 1925 por el papa Pío XI. Él destacó la figura de este santo así: “En lo que brilló el celo de Juan Eudes, fue en promover la saludable devoción a los sagrados corazones de Jesús y de María a lo que él, no sin inspiración divina, pensó primero que todos, en rendir culto litúrgico…su obra en la propagación de este culto, del que él es padre, doctor y apóstol, excitó el odio implacable de los jansenistas”.
Antes de este papa, León XIII había reconocido que “Juan Eudes es el autor del culto litúrgico de los corazones de Jesús y María y Pío X destacó que “Juan Eudes, abrazado en un gran amor hacia los sagrados corazones de Jesús y de María, fue no sin inspiración de Dios, el primero que pensó en rendir culto litúrgico.
En el magisterio, la figura de san Juan Eudes apareció en una audiencia general del papa Benedicto XVI (19 de agosto de 2009) quien destacó el legado fundamental que el santo dejó a la Iglesia:
“Se celebra hoy la memoria litúrgica de san Juan Eudes, apóstol incansable de la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María, quien vivió en Francia en el siglo XVII, un siglo marcado por fenómenos religiosos contrapuestos y también por graves problemas políticos. Es el tiempo de la guerra de los Treinta Años, que devastó no sólo gran parte de Europa central, sino también las almas. Mientras se difundía el desprecio hacia la fe cristiana por parte de algunas corrientes de pensamiento entonces dominantes, el Espíritu Santo suscitaba una renovación espiritual llena de fervor, con personalidades de alto nivel como De Bérulle, san Vicente de Paúl, san Luis María Grignon de Montfort y san Juan Eudes. Esta gran "escuela francesa" de santidad tuvo también entre sus frutos a san Juan María Vianney. Por un designio misterioso de la Providencia, mi venerado predecesor Pío xi proclamó santos al mismo tiempo, el 31 de mayo de 1925, a Juan Eudes y al cura de Ars, ofreciendo a la Iglesia y a todo el mundo dos ejemplos extraordinarios de santidad sacerdotal.
En el contexto del Año sacerdotal, quiero subrayar el celo apostólico de san Juan Eudes, dirigido especialmente a la formación del clero diocesano. Los santos son la verdadera interpretación de la Sagrada Escritura. Los santos han verificado, en la experiencia de la vida, la verdad del Evangelio; así nos introducen en el conocimiento y en la comprensión del Evangelio. El concilio de Trento, en 1563, había emanado normas para la erección de los seminarios diocesanos y para la formación de los sacerdotes, pues el Concilio era consciente de que toda la crisis de la reforma estaba condicionada también por una formación insuficiente de los sacerdotes, que no estaban preparados para el sacerdocio de modo adecuado, intelectual y espiritualmente, en el corazón y en el alma.
Esto sucedía en 1563; pero, dado que la aplicación y la realización de las normas se dilataban, tanto en Alemania como en Francia, san Juan Eudes vio las consecuencias de esta carencia. Movido por la clara conciencia de la gran necesidad de ayuda espiritual que experimentaban las almas precisamente a causa de la falta de preparación de gran parte del clero, el santo, que era párroco, instituyó una congregación dedicada de manera específica a la formación de los sacerdotes. En la ciudad universitaria de Caen, fundó su primer seminario, experiencia sumamente apreciada, que muy pronto se extendió a otras diócesis.
El camino de santidad que recorrió y propuso a sus discípulos tenía como fundamento una sólida confianza en el amor que Dios reveló a la humanidad en el Corazón sacerdotal de Cristo y en el Corazón maternal de María. En aquel tiempo de crueldad, de pérdida de interioridad, se dirigió al corazón para comunicar al corazón una palabra de los Salmos muy bien interpretada por san Agustín. Quería hacer volver a las personas, a los hombres, y sobre todo a los futuros sacerdotes, al corazón, mostrando el Corazón sacerdotal de Cristo y el Corazón maternal de María. Todo sacerdote debe ser testigo y apóstol de este amor del Corazón de Cristo y de María”.
Oremos con san Juan Eudes:
Entreguémonos, pues, a Dios para servirlo y honrarlo en todas las formas que él pide de nosotros. Y lo que desea con mayor insistencia es que lo imitemos como a nuestro modelo. Jesús nos dice: Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Y su Apóstol: Sean, pues, imitadores de Dios (Ef. 5, 1) Por eso entreguémonos a él con ardiente deseo de imitarlo en su santidad, pureza, caridad, misericordia, paciencia, vigilancia, mansedumbre y demás perfecciones. Y roguémosle que imprima en nuestro ser la más perfecta imagen y semejanza de su santidad, de su vida y de sus virtudes divinas. (Obras Completas II, 165-168).
No hay comentarios:
Publicar un comentario