Jesús, mi amabilísimo Señor, grande es tu amor, y tu misericordia es infinita, te adoro, porque eres el
principio y la fuente, junto con tu Padre y tu Espíritu Santo, de lo bueno, Santo y perfecto que hay en el cielo y en la tierra, en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria. Bendecimos tu nombre Santo y glorioso por el gozo que nos da celebrar como familia Eudista 371 años de historia y de un modo especial 90 años de Evangelización y Formación en la provincia de Venezuela, recordemos ese día de fundación en las vísperas de la Anunciación que nos narra Milcent P.
“En la tarde del 24 de marzo de 1643 Juan Eudes (de 41 años), Simón Mannoury (29). Tomás Manchon (26), Pedro Jourdan (35), Andres Godefroy, y Juan Fossey emprendieron el camino del santuario de María en la Délivrande. Jornada de 12 kilómetros, penetrada de oración y penitencia. Pasaron la noche en la plegaria y al amanecer del 25, fiesta de la Anunciación, celebraron la Eucaristía. Habían escogido nacer como congregación aquel 25 de marzo, en el gozo de la Encarnación. Eran adoradores del Verbo Encarnado y se ponían al servicio de Cristo Sacerdote. En manos de María, Madre de Jesús, ponían su frágil proyecto”. (Op, pag 121-122:)
Que gozo tan grande, ser parte de esta hermosa herencia espiritual, que no deja de sorprendernos, que nos sumerge en el misterio de la encarnación, el anuncio que "La Palabra se hizo carne" por tanto, tiene un enorme significado en la vida de cada Eudista, ya que con ella nace no una devoción, sino un estilo de vida, que llama a “continuar y completar los estados y misterios de la vida de Jesús en nuestras propia vida” se dice fácil, sin embargo, estas palabras en boca de San Juan Eudes trae un compromiso serio, y responsable, ser misioneros de la misericordia, que implica asumir las miserias de los miserables, ese es el auténtico contrato que desde el bautismo pactamos con Dios, por lo cual, en su encarnación, Dios abraza la limitación humana para limpiarla, sanarla y arrancar de ella la muerte que deja el pecado, para darle de esta forma la dignidad de hijos de Dios. En este sentido, ese Dios se anonado así mismo, para cangar con las miserias de su pueblo, meterse en su historia personal y caminar con cada uno para que logre alcanzar la salvación, no lo hizo con la ostentación de un todo poderoso, que somete con su poder el mundo, sino con la humildad de un Dios hecho carne, es decir, se entregó, se donó por completo, sin menguas, de una vez y para siempre.
Es importante destacar, que la generosidad de Dios se manifiesta en nuestro hermoso país Venezuela, a pesar que nuestro pueblo, padece condiciones fuertes y realidades muy dura, vivimos llenos de esperanzas en el verbo encarnado que derramó su Sangre preciosa, para darnos vida abundante, por lo cual, tenemos motivos sólidos para esperar: la fe en Jesucristo, muerto y resucitado, quien cumple su promesa de estar con nosotros siempre (cf. Mt 28, 20). Por tal motivo, En un Sólo Corazón unido, buscamos realizar lo que él hizo y enseñó: asumir el dolor de los hermanos y actuar para que se convierta en camino de Salvación. Son 90 años de cercanía y de acompañamiento a todos nuestros hermanos y hermanas; proclamando el valor y la dignidad de cada persona, procurando iluminar con la fe su historia, y su camino de cada día, sin embargo, aquí no se agota esta herencia, sino que se hace plena en el “Juntos para la Misión”, cuando celebramos la vida, la fe y nos confortamos con ese Jesús Eucarístico, que se parte y se comparte en la Fracción del Pan, Eudistas una Familia un Sólo Corazón.
Arwving Sánchez y Franklin Echenique.
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