miércoles, 14 de agosto de 2013

Ordenación Presbiteral de Juan Ismael Castrillón Valencia, cjm

Tú eres Sacerdote Eterno y estás llamado a ser Administrador Fiel

El domingo 11 de agosto de 2013 a las 12:00 del día, en el templo parroquial Nuestra Señora de la Candelaria del municipio de Guarne (Antioquia), fue ordenado presbítero nuestro hermano del Teologado san Juan Eudes, Juan Ismael Castrillón Valencia. La celebración, que contó con una gran afluencia de familiares y amigos, fue presidida por Monseñor Fidel León Cadavid Marín, Obispo de la Diócesis de Sonsón- Rionegro, quien en su reflexión citaba el Evangelio de san Lucas (Lc 12, 38-42) para decirle al neopresbítero: “Juan Ismael, desde ahora en adelante tú eres un administrador de la viña del Señor que debes tener ceñida la cintura y estar con las lámparas encendidas para cumplir fielmente la misión que ahora la Iglesia y tu comunidad eudista te encarga”

Después de la imposición de manos de Monseñor Fidel, contando con la compañía del Padre Provincial, de varios sacerdotes Eudistas y sacerdotes de otras Diócesis, Juan Ismael fue revestido con la Estola y la Casulla propias del Sacerdote. Con ello se unió a las disposiciones y a la oración que el mismo san Juan Eudes alguna vez elevó a Dios en su vida como Sacerdote: “Toma posesión de mi corazón. Te lo entrego y consagro para siempre. Te reconozco y adoro como a mi Rey y Soberano. Dame la gracia de morir antes que ofenderte; de que yo sea una hostia muerta y viva al mismo tiempo; muerta a lo que no eres Tú, viva en ti y para ti.” 

Qué felicidad nos da que en los caminos del Señor su obra se lleve a feliz término y que siga poniendo en el corazón de muchos hermanos la voluntad de responder a su llamado para cantar gozosos: “Gracias infinitas le sean dadas a Dios por este don inefable.”

El obispo ofreció una bella homilía inspirado en el Evangelio de este domingo XIX y con algunos textos de la doctrina sacerdotal de san Juan Eudes. A continuación compartimos con todos dicha homilía.

Fabio Nelson Garcés
Teologado San Juan Eudes




Homilía en la Ordenación sacerdotal Juan Ismael Castrillón Valencia

Domingo 19º del Tiempo Ordinario
Guarne, Agosto 11-13

Mons. Fidel León Cadavid Marín, Obispo de Sonsón-Rionegro

El Señor nos ilumina con el texto del Evangelio en este domingo, para que crezcamos en nuestro ser discípulos del señor y para entender algunos de los aspectos del ministerio sacerdotal que hoy recibe, por la imposición de las manos y oración consecratoria del Obispo, nuestro hermano Juan Ismael Castrillón Valencia.

Todo lo que dice Jesús es en el contexto de la formación de los discípulos durante el camino a Jerusalén, donde va a padecer, a morir y resucitar. 

  • “Ne temas, rebañito mío, porque su Padre tuvo a bien darles parte en su reino”

Con estas palabras, Jesús quiere infundir en sus discípulos una actitud de confianza. Los invita a no tener miedo ante la perspectiva de la misión que incluía el sufrimiento y la muerte de Jesús y ante la consciencia de pequeñez e impotencia que tenían las comunidades cristianas. Son palabras que expresan la ternura y la protección que ofrece Dios, participándoles de su Reino.

Juan Ismael, la experiencia de todo llamado por el Señor, con amor de elección y predilección, es la de “pequeñez e indignidad”. El amor de Dios nos sobrepasa y la gracia a la que nos llama nos desborda. Hoy con ternura, también te dice: no temas, hijo mío; te revelo y te hago partícipe del misterio del Reino de mi Padre en mi entrega salvadora. Te invita a confiarte en Mi, condición indispensable de todo discípulo. No dependes de tus fuerzas, sino de Dios mismo. No dudes en reconocerte pequeño delante de Dios, porque el poder de Dios se manifiesta con más fuerza en la debilidad, en la sencillez y no en las pretensiones de fuerza y de poder de este mundo.

Son expresivas las palabras de San Juan Eudes: “¿Qué somos nosotros, para que Dios nos emplee en tan sublimes ministerios? ¿Para qué se digna escogernos a nosotros, miserables pecadores como instrumentos de sus divinas misericordias?” 

Agradece que el señor quiera contar contigo y quiere asociarte con el sacramento del Orden al proyecto de su Reino, el Reino del Padre, que se preocupa por la salvación de todos.

  • “Vendan sus propiedades y den limosnas. Consigan provisiones que no se pierdan, riquezas en el cielo, que no se acaban, porque allí no hay ladrones ni polilla que destruya. Pues donde esté su riqueza, allí estará su corazón”.

Si Dios nos regala su Reino y nos invita a confiar en Él, nos libera del afán de acumular bienes que son perecederos. La verdadera riqueza es poseer a Dios, único bien. ¡Sólo Dios basta! De ahí “vender los bienes y dar limosna”. Si tenemos a Dios, estamos libres de cosas y temores, de toda clase de impedimentos para poseerlo. Las riquezas nos quitan libertad y fomentan la injusticia en el mundo.

Juan Ismael, la Ordenación, por parte tuya, es la aceptación del llamado y de la misión que el señor pone en tu corazón. Hoy contestas “¡Aquí estoy! Con una conciencia clara de entrega, de entrega total. El Señor te consagra, para que tú a su vez te consagres a Él. Lo que llena tu corazón es el Reino de Dios. Si haces renuncia de los bienes es porque has encontrado en el Señor el único tesoro por el que se puede perder todo lo demás. Hoy no tienes dudas de poner la seguridad en nada ni nadie más que en Dios, que te ama. Eso es lo que expresas de manera contundente en la oración que imprimiste en tu tarjeta:

“Toma, pues, posesión de mi corazón: te lo entrego y consagro para siempre. Te reconozco y adoro como a mi rey y soberano” (San Juan Eudes).

Así entiendes tu vida sacerdotal como testimonio valiente de los valores que no se desvanecen, que no se agotan. Aceptando la invitación frecuente del Papa a no temer “ir contracorriente”, a vencer el espejismo del bienestar material y el consumismo como claves de felicidad humanas. El tener no llena nuestro corazón. Las cosas no son la clave de la felicidad.

Haz elegido a Jesús y su Evangelio, como verdadero tesoro, fuente inagotable de vida, de belleza, de esperanza. Ese es el tesoro que nadie te lo quitará y del cual tienes que dar razón con tu vida ministerial.

  • “Estén ceñidas las cinturas y con las lámparas encendidas, como haciendo guardia de noche”.
A todos nos invita el señor a vivir en estado de perfecta vigilancia. La historia presente, es el tiempo de la Iglesia, es el tiempo de estar preparados, de la decisión de acoger o rechazar en forma definitiva la salvación que se nos ofrece. Es la actitud acorde de quien vive sabiendo que el futuro es de Dios.

“Ceñida la cintura”: los judíos se ceñían sus largos vestidos para trabajar y movilizare mejor. Lo que el Señor insinúa a sus discípulos es que los que esperan su venida se deben poner a la obra, no caer en la mediocridad. Un discípulo del Señor necesita estar disponible para el servicio. Más que una conducta es la condición de vida de quien está revestido de Cristo y dedicado a su reino.

Juan Ismael, el sacerdote es quien de manera especial debe tener la actitud de la vigilancia, que equivale a la fidelidad a las obligaciones, a no desentenderse de la tarea. Mantener las ganas de vivir y de servir, de construir y de ser responsable; encendida la lámpara, con la esperanza viva en el corazón.

Cuando venga el señor premiará a su siervo no por las cosas que tiene, sino por la atención que mantiene en la espera. Sin comunión con el Señor, no puedes mantener la alegre espera. Hay que mantener la tensión con la oración, con la Palabra, con una vida espiritual intensa. Así se evita el riesgo de caer en una vida superficial, mecánica, indiferente, rutinaria, cómoda, empobrecida en proyectos e ilusiones… volverse funcionario, “hacer carrera”.

¡Felices los servidores a quienes el Señor, al llegar, encuentre esperando despiertos!

  • “Me refiero al administrador fiel y solícito a quien el Señor ponga al frente de la servidumbre para que oportunamente de a cada uno su comida”
La exhortación de Jesús sobre el significado de actuar y perseverar en vigilancia es en primer lugar referido a aquellos que son la cabeza de la comunidad, los que “están al servicio” de la comunidad. A Pedro y a todo el que haya sido puesto al frente de sus siervos, el Señor le pide fidelidad y solicitud con los demás.

Juan Ismael, eres llamado y consagrado por el Señor, para ser “servidor de Cristo y administrador de los misterios de Dios” (1Cor 4, 1). Eres ungido por la acción del Espíritu Santo para actuar en nombre de Cristo Cabeza. Como representante del Señor “lo que se busca de un administrador es que sea fiel” (1Cor 4, 2), que esté dispuesto a rendir cuenta de su administración.

Ser sacerdote, una idea también muy clara de San Juan Eudes, un celoso y ardoroso pastor, “es ser instrumento del amor salvador de Dios”. Es anunciar, al hombre necesitado de salvación, la buena noticia del amor de Dios Padre, que a través de Jesucristo se estremece de compasión por los que están “como ovejas sin pastor” y ha venido a salvar lo que estaba perdido. Estas llamado, Juan Ismael, en definitiva a ser “misionero de la misericordia”, administrador de todos los bienes de Dios para dar lo necesario al que necesita, al que sufre, al que está alejado o desorientado. Eres el pastor que se desvela por su rebaño que es de Dios, el que está dispuesto a dar la vida por cada una de las ovejas.

Es insistente en Papa Francisco en no encerrarnos en nosotros mismos, en nuestra parroquia, en nuestra comunidad, en nuestro grupo. La gente está esperando y necesitando el Evangelio. No es solamente esperar y acoger, sino salir y encontrar. “Salir al encuentro de quien tiene necesidad de atención, de protección, de ayuda, para llevarles la cálida cercanía del amor de Dios” (Francisco). Eso es ser “administrador fiel y solícito”.

  • “Al que mucho recibió, mucho se le pedirá; al que mucho se le confió, más le exigirán”

El señor dará a cada uno según sus acciones y según la gracia recibida. A quien mucho se le dio se le pedirá mucho. Seremos juzgados en el amor. Has recibido, Juan Ismael, un amor de predilección, un acto de confianza, el Reino, la unción con el Espíritu, el mismo poder salvador de Jesucristo.

Ustedes, los Eudistas, existen por la gran convicción de su fundador de que en la santidad de los sacerdotes radica la santidad y la salvación de la Iglesia. De ahí que parte de su labor, de su carisma, sea aportar en los seminarios la mejor formación para los candidatos al sacerdocio ministerial. Que se formen en el espíritu de Cristo, en la renuncia y en la pobreza, en el puro amor a Dios, en la obediencia a la voluntad de Dios, en la caridad fraterna, en la devoción a la virgen María, en la fidelidad a la Iglesia.

Tú. Juan Ismael, recibes del Señor, de la Iglesia y de tu congregación de Jesús y María, un gran tesoro, un magnífico don, una larga tradición. Se te da mucho, se te encomienda mucho, se deposita en ti toda la confianza.

Con la gracia del Señor y la protección del corazón de María seas el fiel servidor, dichoso porque el Señor te encuentra siempre cumpliendo tu deber.

Amén.

+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo Sonsón - Rionegro



No hay comentarios:

Publicar un comentario