Las intuiciones del P. Rafael García Herreros no fueron comprendidas inicialmente por los eudistas. Tuve el privilegio de estar muy cerca de los comienzos de la obra. Un buen día el superior provincial de la época me sorprendió con lo que yo quise tomar como una de sus clásicas humoradas: “No me gusta que los padres vayan al Minuto de Dios porque pierden la vocación eudista”. ¿Presunción o realidad?
Entonces los eudistas de Colombia se ocupaban esencialmente de la formación de sacerdotes. Nos preparábamos exclusivamente para eso. La obra de parroquias era excepcional. Allí iban, o los que ya no rendían por cualquier causa en esa obra primordial, o los que oportunamente demostraban que se sentirían mejor en el trabajo pastoral directo. Fue el P. Rénald Hébert, superior general, quien, mucho más tarde, introdujo la denominación de “evangelizadores-formadores”. Nuevos tiempos y nuevas urgencias pastorales. Las obras se diversifican rápidamente. Y hacia allá iba el Minuto de Dios. Hoy, “evangelizadores” son los que trabajan en obras distintas de los seminarios, y “formadores” los que se ocupan de la preparación al ministerio de los que Juan Eudes llamaba “buenos obreros del Evangelio”. Era una relectura necesaria de nuestra identidad original: los ejercicios de las misiones (“evangelizadores”, como predicadores itinerantes, o pastores en el servicio parroquial, o animadores de capellanías, o educadores en colegios y universidades, o empeñados a fondo en el compromiso social, o como misioneros de la misericordia con enfermos de Sida…) y los ejercicios de los seminarios (“formadores”, ya no solo de sacerdotes, sino también de diáconos, ministros instituidos o no, asociados, laicos comprometidos…).
El Minuto de Dios fue pionero en integrar todos estos frentes. Política genuinamente evangélica: promoción humana y promoción cristiana. En su momento, años 80, el P. Rafael, con la estrecha colaboración del P. Diego Jaramillo, a la evangelización agregó la formación, siguiendo rigurosamente las huellas de Juan Eudes, paradigma de ‘evangelizador – formador’. Es el origen de las famosas Casas Comunitarias aprobadas, como Comunidad de Formación, por la administración provincial de mediados de los 80.
Juan Eudes fue, en efecto, esencialmente misionero y esa primera experiencia le permitió palpar las necesidades de su tiempo. Por eso “abrió con audacia nuevos caminos para hacer crecer el Reino de Jesús”. Y porque quiso que el ardor de su celo se promulgara en el tiempo y en el espacio, se convirtió en propulsor de tres institutos; llenó 20 gruesos volúmenes (se salvaron 12 de los estragos de la Revolución) en los que consignó lo que predicaba, y estableció en la Iglesia, el primero, la fiesta litúrgica del amor de Cristo y de María bajo el símbolo del Corazón. Es decir: fundador, escritor y liturgo. Con razón los eudistas encuentran en Juan Eudes su “inspiración profunda”. Especialmente en los últimos años de su programa televisivo, el P. García Herreros habló con más frecuencia y más ardor sobre Jesucristo, esa inspiración más profunda del apóstol normando: el cristocentrismo místico.
Cuando el fundador habla abundantemente del Espíritu de Jesús, habla del Espíritu Santo, “quien se nos ha dado para ser el Espíritu de nuestro Espíritu, el Corazón de nuestro Corazón y el Alma de nuestra alma” (OC, II, 172). Ésa fue la inspiración profunda del P. Rafael para dar inicio en Colombia a la Renovación en el Espíritu. Samuel Ballesteros, el protestante pentecostal que le colaboró en los comienzos, es apenas una audacia más, esta vez ecuménica, del iniciador de El Minuto de Dios. Y todos saben que la Congregación eudista no ha sido ajena a que “esa nueva bendición para la Iglesia”, según Juan Pablo II, se haya extendido con fuerza dentro y fuera del país. Aporte especialmente significativo del Minuto a la CJM ha sido, sin duda, el vocacional. En sus casi 20 años de existencia, la comunidad de formación ha ofrecido a la Iglesia alrededor de cincuenta sacerdotes eudistas, buena parte de ellos profesionales.
Y algo más. La diversidad de compromisos y las nuevas modalidades de vida comunitaria, están dando a la Provincia de Colombia, y en general a toda la Congregación, una nueva fisonomía que, en parte por lo menos, se debe al Minuto de Dios: comunidades locales abiertas a la formación y a la evangelización, sin asumir necesariamente la dirección exclusiva de un seminario. Así está ocurriendo, por ejemplo, con nuestra presencia en Cúcuta, Colombia, y en Santiago de los Caballeros, República Dominicana; y próximamente ocurrirá en Filipinas, diócesis de Imús: proyecto interprovincial que “se relaciona con la colaboración de la Congregación para la formación de los seminaristas y el acompañamiento de los sacerdotes jóvenes”, apunta la última circular del P. Provincial Ovidio Muñoz, de fecha septiembre 29 de 2005. En marzo del 2006 se dará comienzo a la nueva fundación.
Valgan estas breves indicaciones para subrayar que ha sido providencial que un buen día la Congregación y el Minuto de Dios se hayan encontrado. Es ese fuego del Espíritu el que la Revista FUEGO se ha propuesto difundir desde hace varios años.
Escrito por
Revista Fuego
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