miércoles, 7 de septiembre de 2016

Testigos del Evangelio: san Juan Eudes y santa Teresa de Calcuta



Su preocupación por los más necesitados es uno de los puntos en común.

¿Se ha preguntado si hay algún parecido entre san Juan Eudes y la recién canonizada madre Teresa? Probablemente su respuesta sea afirmativa. El objetivo aquí es hacer concreto este interrogante estudiando algunos puntos en los que se encuentra un parecido en la manera de concebir el amor de Dios en la vida y que los ha llevado a emprender obras que han marcado la historia de la Iglesia.

Buscando en la Internet frases de la madre Teresa de Calcuta con motivo de su canonización, se encontró la siguiente: “Jesús es mi Dios, Jesús es mi Esposo, Jesús es mi Vida, Jesús es mi único Amor, Jesús es todo mi ser, Jesús es mi todo.” Sin duda esta frase, especialmente la parte resaltada en negrita se relaciona con la frase de san Juan Eudes:

“¿Cuándo te amaré, Jesús, con amor tan puro que pueda decir con verdad: ¿Mi Jesús es mi todo, todo lo demás nada significa para mí? Él solo me basta y nada deseo fuera de él. ¿Y no lo quiero para mí sino para él mismo? No, no pretendo las alegrías del paraíso, ni los consuelos del amor celestial: sólo busco y amo al Señor del paraíso, al Dios de los consuelos. Y si, por imposible, jamás me diera consuelo alguno o recompensa, siempre querría amarlo porque es inmensamente digno de ser amado por el amor de sí mismo. No quiero otra recompensa que poder amarlo y no quiero amarlo sino para amarlo.”(San Juan Eudes, Vida y Reino de Jesús, Cuarta parte, Ejercicios del amor divino a Jesús)

Y también con esta afirmación: “Tú eres el único necesario, a quien busco y deseo, mi Jesús y mi todo: fuera de él todo es nada. Ven, Señor Jesús, ven a mi corazón para que allí te ames tú mismo en forma perfecta. ¿Cuándo será, Jesús, que nada en mí sea contrario a tu santo amor?” (Vida y Reino, Primera parte, Ejercicios para el día, Elevaciones a Jesús durante el día).

Sin duda santa Teresa de Calcuta y san Juan Eudes vivieron una relación profunda con Dios a quienes decidieron servir a través de los pobres y marginados que se encontraron en su camino en la época que vivieron. La motivación principal de su vida era encontrar a Dios presente en toda persona y en toda situación y en ellas ver a Jesús, su todo. Esta relación de amor con Dios era tan profunda que ni siquiera los grandes problemas con los que se encontraron lograron apagar ese amor divino. San Juan Eudes encuentra en tales problemas una oportunidad para santificarse e inclusive llega a llamar a sus enemigos sus “bienhechores”. Santa Teresa no es ajena a esta concepción eudesiana. En efecto, ella aseguraba que “sin nuestro sufrimiento, nuestra tarea no diferiría de la asistencia social”.

Otro punto de relación entre estos santos es el Corazón de Jesús. San Juan Eudes es el Padre, Doctor y Apóstol del culto litúrgico a los Sagrados Corazones de Jesús y María y su amor por ellos, al punto de considerarlo hoguera de amor, es indiscutible. Decía el santo del siglo XVII: “¡Divino amor, sé la Vida de mi vida, el Alma de mi alma y el Corazón de mi corazón! Que yo no viva más que en Ti y de Ti. Que yo no subsista sino para Ti. Que yo no tenga ningún otro pensamiento, que no diga ninguna otra palabra, que no haga ninguna otra acción, sino por Ti y para Ti”.(O.C. I, 383). Por su parte, la madre Teresa confesaba: “Mi sangre y mis orígenes son albaneses, pero soy de ciudadanía india. Soy monja católica. Por profesión, pertenezco al mundo entero. Por corazón, pertenezco por completo al Corazón de Jesús.”

Existe otra relacionalidad entre los dos santos: la oración. Santa Teresa decía: “El fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz”. Por su parte, Juan Eudes considera que la oración hace parte de la vida ordinaria y nos podemos santificar ofreciendo cada acción a Dios pues “más importante que el aire que respiramos…es la oración para el cristiano” (Vida y Reino, Segunda parte, Fundamentos de la vida cristiana, Cuarto fundamento: la oración).

Finalmente, no se pueden olvidar las grandes obras que los santos fundadores ofrecieron a la Iglesia a través de las Misioneras de la Caridad, Hermanos misioneros de la Caridad, Congregación de Nuestra Señora de la Caridad, la Sociedad de la Madre Admirable y la Congregación de Jesús y María que tienen como punto en común manifestar de manera concreta el amor de Dios a toda la humanidad.

Que estos dos testigos vivos del Evangelio nos ayuden en la vivencia de Jesucristo en la vida ordinaria.

H. Flórez P.




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