miércoles, 13 de mayo de 2015

La alegría divina


La semana más esplendorosa del año es la que está iluminada por la luz adorable de la resurrección de Jesucristo. Los cincuenta días que corren desde la Vigilia Pascual hasta Pentecostés fueron llamados por Tertuliano “la época más alegre”, porque en ellos se celebra el aspecto glorioso del misterio de la redención, que corre desde la resurrección de Cristo hasta la venida del Espíritu Santo.

Los antiguos cristianos llamaban esta época “la metrópolis de todas las solemnidades”. Debemos sentir la alegría que nos trae este misterio. Esta es la verdadera y única alegría que hay en el mundo. Todas las demás son relativas, porque están opacadas por la perspectiva de la muerte. Celebramos precisamente la resurrección de Jesucristo, que muriendo, destruyó nuestra muerte; y resucitando, reparó e iluminó nuestra vida. Como dice san Pablo, hemos sido redimidos. Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado, y su resurrección, unida a su pasión y muerte, es nuestra redención (cf Rom 6, 4; Col 2, 12).

Significa que hemos sido libertados. Que ya no estamos encadenados al pecado y a la muerte. La muerte y el pecado son las dos hondas tristezas del hombre. Pero Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado.

La liturgia, en los días pascuales, toma un tono entrecortado y lacónico. Como un parte de victoria. Resucitó Cristo, nuestra esperanza. ¡Debemos sentirnos felices! Debemos dejar entrar a lo más hondo de nuestra alma la alegría, el gozo de existir y de que nuestra existencia tenga una maravillosa destinación.

Ya la muerte no es un destino trágico que se cierne sobre nosotros. Es un simple accidente, casi insignificante, en nuestro camino hacia Dios, que es nuestra patria. Por eso san Pablo, el maravilloso convertido de Cristo, decía: ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón? (1 Cor 15, 55)

El pecado y el horror de la muerte desaparecen con la muerte y con la resurrección de Jesucristo. Del sepulcro de Cristo ha brotado la nueva creación. La que fue creada en santidad y en justicia, según el primer propósito de Dios.

Estamos como recién nacidos, como neófitos, con una visión nueva y clara de la vida. Con una nueva estructura interior, causada por la presencia activa de Cristo en nuestra vida, que se llama gracia santificante. La Pascua nos trae la alegría del comienzo, de la renovación integral.

¡Alégrate con Cristo, hermano mío! ¡Siéntete feliz de estar redimido! ¡Si no estás alegre, es porque no has comprendido lo que es la Pascua! Es porque no has comido la Pascua, que es Cristo. Cristo ha sido inmolado, nuestra Pascua, para que lo comamos. Aprende a gozar la alegría de estar perdonado. De estar reconciliado con Dios y haber triunfado de la muerte.

Acuéstate esta noche con un inmenso gozo; con una alegría que ni la pobreza ni el desencanto de lo humano ni la enfermedad ni nada te puede opacar. Con la alegría de que has sido reconciliado con Dios. De que Cristo ha triunfado y de que tú también participarás de su triunfo adorable.


Escrito por
Siervo de Dios Rafael García Herreros
Fundador de El Minuto de Dios




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