Alegría, paz, perdón, reconciliación, adoración, entrega.
Los asociados eudistas de la Provincia Minuto de Dios invitamos a todos los miembros de la CJM a poner en común nuestras intenciones de oración, a tener presente la realidad de la Congregación, contextualizada en la circular del P. General, de diciembre 2013; a dar gracias al Señor por la vida de los eudistas, por el don de la fraternidad y por las realizaciones de este año, presentándolas a Jesús recién nacido, como nuestro homenaje de alabanza y adoración, y suplicando su bendición por los proyectos en curso y por las actividades del año 2014, particularmente por el encuentro mundial de asociados, amigos y colaboradores eudistas – EAACE de agosto/14.
Los invitamos a iniciar este momento espiritual con un canto y oración espontánea.
Evangelio: Lucas 2, 1-15
Meditación: El espíritu del misterio de Belén (por P. Rafael García Herreros, cjm)
Para San Juan Eudes y para sus hijos, el misterio de la Nochebuena es, ante todo, de austeridad y de emocionado silencio. No debe florecer tanto la sonrisa ante el pesebre, como la adoración y el rendimiento…
“Oh grande y admirable Jesús, que no te contentaste con hacerte hombre por amor a los hombres, sino que todavía quisiste ser niño y someterte a todas las bajezas y debilidades de la infancia para honrar a tu Padre eterno en todos los estados de la vida del hombre y para santificar todos los estados de nuestra vida…”.
La característica de los grandes místicos franceses del siglo XVII, a cuya cabeza está san Juan Eudes, es, sin duda, penetrar en la médula de los misterios… no contentarse con el exterior simplemente, sino pasar “al fondo, a la sustancia, a la verdad del misterio”…
Tal es la característica de esa escuela mística: la seguridad con que marcha a lo más hondo de los misterios y la audacia con que saca las más audaces y magníficas consecuencias, como arrancan los mineros las esmeraldas en los más hondos socavones.
Respecto del misterio de Belén, la Escuela Francesa comprendió muy bien que era la puerta del gran abismo de luz que es la encarnación del Verbo… Del nacimiento de Belén, san Juan Eudes se levanta a la encarnación nueve meses antes, en el seno de María; de ésta sube al nacimiento eterno en el regazo paternal del Padre…
“Oh Jesús, te adoro en tu nacimiento eterno y en la divina residencia que de toda la eternidad tienes en el seno del Padre; te adoro también en la concepción temporal en el seno de la purísima Virgen, en tu permanencia por nueve meses en sus purísimas entrañas, y tu nacimiento a la luz. Adoro, venero todas las maravillas inefables que en Ti tuvieron lugar en esos misterios… Adoro, amo, bendigo con todo mi corazón tus adoraciones, tus amores, tus bendiciones, tus alabanzas, tus oblaciones y tu íntima relación con el Padre en estos misterios…”.
Subamos de la Tierra al éxtasis, y escuchemos a san Juan Eudes en su soberbia elevación: “Oh Jesús, Hijo
de Dios e hijo del hombre juntamente… Te adoro en tu nacimiento eterno y temporal. Te doy gracias infinitas por toda la gloria que al Padre has rendido… Adoro los pensamientos que sobre mí te has dignado tener desde entonces, porque desde entonces tuviste el designio de formar en mí un retrato perfecto de tu nacimiento y de tu vida. Esa vida divina e inmortal que tu Padre te comunicó, esa imagen perfecta que eres de tu Padre deseas comunicárnosla… ¿Quién podrá agradecerte tales favores?”.
de Dios e hijo del hombre juntamente… Te adoro en tu nacimiento eterno y temporal. Te doy gracias infinitas por toda la gloria que al Padre has rendido… Adoro los pensamientos que sobre mí te has dignado tener desde entonces, porque desde entonces tuviste el designio de formar en mí un retrato perfecto de tu nacimiento y de tu vida. Esa vida divina e inmortal que tu Padre te comunicó, esa imagen perfecta que eres de tu Padre deseas comunicárnosla… ¿Quién podrá agradecerte tales favores?”.
A este estado de anonadamiento, de caridad, de sumisión completa a que se redujo por su encarnación, por su estancia en el seno de María, por sus años de impotencia, “de debilidad, de incapacidad, en que el espíritu está encerrado en la flaqueza”, a ese estado en que, según el P. Condren, implica cuatro bajezas, a saber, “pequeñez de cuerpo, indigencia y dependencia de otro, sometimiento e inutilidad”, debe corresponder en nosotros una actitud especial: el espíritu de infancia…
La Escuela Francesa, sobre todo cuando es san Juan Eudes el que la representa, nunca se queda en las alturas: baja a la práctica, a la realización, al anonadamiento de que es susceptible el hombre ante los misterios…
Digamos con el padre Eudes: “Oh divino Niño Jesús: me doy a Ti para honrar, de todos los modos que te plazca, el misterio de tu infancia. Anonada en mí todo lo que es contrario a la gloria de este misterio. Hazme partícipe de la sencillez, de la humildad, de la mansedumbre, de la pureza, inocencia, obediencia y de las otras virtudes de tu santa infancia y ponme en un estado de infancia santa y sagrada que imite y honre tu divina infancia”.
Conclusión: terminemos este encuentro con una oración espontánea de entrega y compromiso, iluminados por el Papa Francisco: “El evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos” (EG, 39).
¡Feliz navidad, felices pascuas!
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