(San Juan Eudes, El Corazón Admirable, Libro XI, Cap. II, Meditaciones,
Consideremos atentamente cuál es el contenido de esta solemnidad. Es el Corazón sagrado de la reina del cielo y de la tierra; el Corazón de la soberana emperatriz del universo; el Corazón de la hija única del amadísimo Padre eterno; el Corazón de la Madre de Dios; el Corazón de la esposa del Espíritu santo; el Corazón de la bondadosa madre de todos los fieles. Es el Corazón más digno y noble, augusto y generoso, magnifico y caritativo, el más amable, amado y amante de los corazones de las puras criaturas.
Es un Corazón encendido en amor a Dios y del todo inflamado en caridad a nosotros, merecedor de tantas fiestas como ha producido de actos de amor a Dios y de caridad a nosotros.
Añade a esto también el divino Corazón de Jesús que no tiene sino un Corazón con su amadísima Madre en unidad de espíritu, de afecto y de voluntad. Añade además los corazones de los ángeles y de los santos que no tienen sino un solo corazón entre sí, y con su Padre y su Madre.
Este es el contenido de esta fiesta muy grande y admirable que merece veneraciones y alabanzas infinitas. Abriga gran deseo de celebrarla con toda la devoción que te sea posible.
Considera que esta fiesta es día de gozo extraordinario para nosotros pues el Corazón de nuestra divina Madre nos pertenece por cuatro títulos:
Primero, nos pertenece porque el Padre eterno nos lo ha dado.
Segundo, nos pertenece porque el Hijo de Dios nos lo ha dado.
Tercero, nos pertenece porque el Espíritu santo nos lo ha dado.
Cuarto, nos pertenece porque ella misma nos lo ha dado.
Consiguientemente el Corazón de Jesús y los corazones de los ángeles y los santos nos pertenecen porque todos esos corazones hacen uno solo corazón que es del todo nuestro.
¡Qué tesoro! ¡Qué dicha y qué provecho para nosotros! ¡Cuán ricos somos! ¡Qué motivo de gozo y de arrobamiento para nosotros!
Querido Jesús mío, ¿qué te voy a dar por tantos favores como recibo de continuo de tu infinita bondad y de la caridad incomparable de tu sacratísima Madre? Te ofrezco mi corazón. Él te pertenece por infinidad de títulos. Pero ¿qué es ofrecerte el corazón de una nada? Te ofrezco los corazones de todos los ángeles y de todos los santos. Pero todavía es muy poco comparado con el tesoro inmenso que me has dado al darme el Corazón de tu santa Madre. Te ofrezco ese mismo Corazón. Él te es más agradable que todos los corazones del universo. Pero esto no es suficiente para cumplir enteramente mis obligaciones. Te ofrezco tu Corazón adorable del todo encendido en amor inmenso e infinito a ti
y a tu divino Padre.
Reina de mi corazón, te ofrezco también el corazón muy amable y todo el amor de tu Hijo en acción de gracias por el tesoro inestimable que me has dado al darme tu Corazón maternal.
Jaculatoria: Corazón de Jesús y María, norma del corazón fiel, reina por siempre en nuestro corazón.
Oración final
¡Oh Madre de amor, une nuestros corazones con tu Corazón maternal tan íntimamente que no puedan separarse jamás; y que los corazones de los hijos no tengan otros sentimientos que los del sagrado Corazón de su muy buena Madre!
Amén.
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