martes, 19 de noviembre de 2013

Oración compartida del 19 de Noviembre 2013

Los asociados de Tegucigalpa, Honduras, provincia de Colombia, se sienten honrados y felices de presentar la Oración Eudista para el 19 de Noviembre del 2013.

Como todos recordamos, durante el pasado mes de Julio, se celebró en Brasil la Jornada Mundial de la Juventud, durante la cual, el Papa Francisco hizo un énfasis especial en la Misión y en la Misericordia. “Este es el tiempo de la Misericordia,” dijo el Papa a los obispos.

Los Eudistas, como Misioneros de la Divina Misericordia, sentimos que este mensaje va dirigido directamente a nosotros, ya que San Juan Eudes nos lo dice: “Somos Misioneros de la Divina Misericordia, enviados por el Padre de las Misericordias para distribuir el tesoro de su misericordia a los míseros, esto es, a los pecadores, y para llegarnos a ellos con Espíritu de misericordia, de compasión, de bondad” (OC. X, 399).

El envío del Papa Francisco presenta tres puntos principales:

1.‐ Vayan:

Implica movernos, salir de nuestra comodidad, desinstalarnos.

El libro de los Hechos de los Apóstoles (13; 2, 3) nos dice: “Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: “Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los tengo llamados.” Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los enviaron.” Es vital practicar la oración y el ayuno, tanto personal como comunitariamente, frecuentar los Sacramentos y permanecer en formación constante. Después viene el envío. El discernimiento y el envío se producen dentro de la comunidad, y el enviado, debe ser dócil y obediente a este mandato del Espíritu Santo.

2.‐ Sin Miedo:

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma, temed, más bien, al que puede llevar
a la perdición alma y cuerpo en el gehena“ (Mt. 10; 28). “Cuando os lleven a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con que os defenderéis o que diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir” (Lc. 12; 11, 12). San Juan Eudes nos regala cinco consejos para vencer el miedo:

 Tener un espíritu de fortaleza y perseverancia que solo teme a Dios y al pecado.

 Tener un espíritu de profunda humildad que detesta la gloria del mundo.

 Tener desconfianza de sí mismo y firme confianza en Nuestro Señor Jesús, por cuya virtud, todo lo podemos.

 Tener un espíritu de desprendimiento del mundo y de las cosas del mundo.

 Un espíritu de amor ardiente a Nuestro Señor Jesucristo que conduce a los que están animados por El a hacerlo y sufrirlo todo por el amor de Aquel que todo lo hizo y sufrió por ellos. (Vida y Reino XLIV)

Estas gracias tenemos que pedirlas con perseverancia para poder ser verdaderos testigos de Cristo en donde quiera que nos encontremos.

3.‐ A Servir.

“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir…” (Mt. 20; 28). San Juan Eudes nos dio el ejemplo: como pastor, es servidor del pueblo de Dios, pero, especialmente, de los pobres; es defensor de
los oprimidos (OC. III, 33,40). (El sacerdocio)” Don gratuito para el servicio de Jesucristo en su obra salvadora, exige entrega total de tiempo, preocupaciones y cualidades” (OC. III, 146). Este llamado no es solo a los consagrados, a los laicos también, nuestro bautismo nos compromete a ejercer ese sacerdocio, en primer lugar, en el hogar, Iglesia doméstica, en el trabajo y en el apostolado.

Nuestras Constituciones nos dicen (N° 27):

La palabra de Dios tiene poder para impregnar todas las culturas y transformar las estructuras sociales. Por consiguiente los eudistas proclaman la fuerza del Evangelio en lo más profundo de las alegrías y las esperanzas, de los sufrimientos y angustias de los pueblos entre los cuales viven.

Reflexión: La proximidad de la clausura del año de la fe y del año litúrgico, es ocasión propicia para que cada uno se examine, a la luz también de la fe (La primera Encíclica del Santo Padre Francisco) y nos dejemos renovar por esos aires de juventud que nos han soplado desde Brasil. El llamado es para todos: todos discípulos, todos misioneros. Todos jóvenes y frescos, como árboles junto a las fuentes de agua viva, siempre verdes, siempre cargados de buenos frutos.

Oremos: “Mi Salvador, me entrego a ti. Tú me has hecho partícipe de tus más altas cualidades, lléname de tu Espíritu y revísteme de tus santas virtudes para que trabaje con gran cuidado y mucha fidelidad en la obra de la redención, de forma que pueda decirte al final de mi vida lo que tú le dijiste a tu Padre al final de la tuya: He terminado la obra que tú me confiaste” (Jn. 17; 4) (OC. III, 180). 



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