jueves, 24 de octubre de 2013

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús en México

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Este pasado lunes 21 de octubre del presente año la comunidad en México de los Padres Eudistas, seminaristas, asociados y amigos nos reunimos para celebrar la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Fiesta instituida en la Iglesia por nuestro fundador, San Juan Eudes en 1672. Y celebrada, por primera vez, el 20 de octubre de ese año.

La celebración tuvo como marco la Iglesia de Santa María de Guadalupe, Atendida por la comunidad eudistas. En una concelebración muy concurrida, el P. Miguel Cervantes presidió la celebración acompañado de todos los padres eudistas en México. Recordándonos en su homilía que para san Juan Eudes el corazón es el amor y la caridad; que el Corazón admirable de Jesús es una hoguera de amor a su Padre, a su santa Madre, a su Iglesia y a cada uno de nosotros.

Como signo de entrega al Corazón de Jesús y al Corazón de María todos los presentes saludamos al Corazón de Jesús y María con la oración que el mismo San Juan Eudes escribiera: El Ave Cor. Una oración muy emotiva que se realizó a dos coros por toda la concurrencia.

El Divino Corazón de Jesús es una hoguera de amor a la Iglesia Triunfante, Militante y Sufriente. (oe 551)

Este Corazón adorable es de verdad una hoguera del divino amor que esparce sus ardores en todas las
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direcciones, en el cielo, en la tierra y hasta en los infiernos, En el ciclo en la Iglesia triunfante, en la tierra en la militante, y en el purgatorio en la sufriente y, en cierto modo, en el infierno.

Si levantamos los ojos y el corazón al cielo, hacia la Iglesia triunfante, veremos un ejército innumerable de santos, patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, confesores, vírgenes y bienaventurados. Todos esos santos son otras tantas llamas de la hoguera inmensa del Corazón divino del Santo de los santos. Porque el amor de ese Corazón los hizo nacer en la tierra, los iluminó con la luz de la fe, los hizo cristianos, les dio la fortaleza para vencer al demonio, al mundo, y a la carne; los embelleció con todas las virtudes, los santificó en este mundo y los glorificó en el otro: encendió en sus corazones el amor a Dios, colmó sus labios de sus alabanzas; ese amor es la fuente de todo lo grande, santo y admirable que hay en ellos. ¿Por eso si celebramos en el curso del año tantas fiestas en honor de esos santos cuánta solemnidad no merece el divino Corazón que es el principio de cuánto hay de noble y glorioso en todos ellos? 




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