El 19 de marzo del 2013, así se dirigía el Papa Francisco a los fieles en el solemne inicio de su ministerio petrino:
“Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25, 31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.”
En este día 19 de marzo, fiesta de San José, como nos lo recomienda San Juan Eudes, digamos juntos estas alabanzas:
Nos alegramos contigo, José,
imagen de Dios Padre,
padre del Dios Hijo,
templo del Espíritu Santo,
amado de la Trinidad.
José, instrumento fiel del designio divino,
digno esposo de María Virgen,
modelo de los creyentes.
José, ejemplo de silencio fecundo,
de pobreza evangélica,
de humildad y obediencia.
Felices tus ojos que contemplaron al Señor,
tus oídos que escucharon su palabra,
tus manos que tocaron al Verbo encarnado.
Benditos tus brazos que llevaron al que todo lo sustenta,
tu regazo que acogió al Hijo de Dios,
tu corazón encendido en su amor.
Damos gracias al Padre que te eligió,
al Hijo que te amó,
al Espíritu Santo que te santificó.
Al Señor la gloria por siempre jamás.
Amén.
Para vivir esta cuaresma, después de haber honrado las humillaciones, privaciones, mortificaciones interiores y exteriores que Nuestro Señor sufrió durante toda su vida, especialmente cuando estuvo en el desierto, San Juan Eudes nos pide que honremos particularmente, los sufrimientos interiores y exteriores sufridos en el momento de su Pasión.
El amor a la cruz
Una de las gracias más señaladas que Nuestro Señor nos concede en este mundo, es hacernos partícipes de su cruz. Porque nos da a beber de su cáliz y nos entrega lo que más ha amado en esta tierra. Después de su Padre, la cruz es el primer objeto de su amor, ya que por ella destruyó el pecado, que es la fuente de todos los males, y nos mereció todos los bienes del cielo y de la tierra. Con la cruz nos da lo que ha tomado para sí mismo y lo que dio a sus seres más queridos: a su dignísima Madre, a sus apóstoles y mayores amigos.
Todos los que han sido gratos a Dios han experimentado muchas tribulaciones, dice el Espíritu Santo; porque eras grato a Dios, dice el ángel Rafael a Tobías, se hizo necesario que fueras probado en la aflicción.
(Leccionario n° 8)
Oración: (cf. Leccionario n°8)
Digamos todos juntos
Adoremos la voluntad santísima de Dios, sometiéndonos y abandonándonos totalmente a su designio sobre nosotros.
Bendigamos, alabemos y demos gracias a Dios en todo momento, pero con mayor afecto en el tiempo de la desolación que en los consuelos, porque las aflicciones son señales mayores de su bondad.
Adoremos a nuestro Señor Jesucristo, crucificado, varón de dolores; entreguémonos al amor inmenso que le clavó en la cruz y, unidos a ese amor, aceptemos de todo corazón nuestras cruces en honor y acción de gracias por las suyas. Supliquemos a Jesús que las bendiga y santifique, y repare ante el Padre celestial el mal uso que hemos hecho de ellas para que, junto con las suyas, glorifiquen a Dios. Amen
Canto final: AVE COR
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