Por Cesar Rojas Rangel
¿Quién metió la idea de fundar un Museo de Arte Contemporáneo en la cabeza del Padre Rafael García-Herreros? Es difícil saberlo. En algunas partes dicen que el pintor y activista cultural Germán Ferrer Barrera, primer director del museo, fue uno de los que le insistió para que el barrio Minuto de Dios tuviera su propio espacio cultural. Pero la historia oficial cuenta que todo surgió en 1963 cuando el padre emprendedor entró a la casa de una vecina de ese sector, al noroccidente de Bogotá, y la vio llena de cuadros, gobelinos y esculturas. “Fundemos un museo en El Minuto de Dios, empezando con estas maravillas de su casa –le dijo– usted ya las ha mirado muchos años”.
La idea de compartir los bienes privados para exponerlos en el espacio público a otras personas no calaba bien en la sociedad de comienzos de la década de los sesenta, en plena Guerra Fría. Los medios no tardaron en tildar al Padre García-Herreros de comunista y este prefirió crear una institución formal para la exposición de obras de arte.
El Padre García-Herreros habló del tema en su programa de televisión Minuto de Dios y empezó a ponerse en contacto con artistas jóvenes de la época para que donaran sus obras. El 25 de agosto de 1966 se concretó el proyecto. En el aula máxima del colegio del barrio, un salón con techo de teja y cerchas de metal, nació el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (MAC).
“Lo más contemporáneo era el montaje porque era un espacio que no estaba diseñado para museo. Entonces las divisiones eran de guadua, muy pobre para la época, y se usaban troncos de árboles cortados para la base de las esculturas. En este espacio se inició el museo y allí estuvo durante cuatro años. Antes de que se construyera este espacio que se inauguró en 1970”, cuenta el actual director del MAC, el maestro Gustavo Ortiz Serrano.
La ciudad contaba con algo más de 1.600.000 habitantes. Según Ortiz, “la calle 80 escasamente llegaba hasta la Escuela Militar” y en parte por eso el propósito del Padre García-Herreros era fundar un sector autosuficiente. Los habitantes estudiaban y trabajaban cerca a sus casas, muchos de ellos ayudaron a construir el barrio y el museo no fue la excepción.
El Salón Nacional de Artistas era el espacio al que aspiraban todos los expositores de la época. Para entrar, el artista debía tener algunos años de experiencia y certificar que ya había realizado exposiciones individuales. En otras palabras, pocos jóvenes podían aspirar a esa selección. El MAC le apostó a ellos y por eso creó el Salón de Agosto. En estos años ese espacio para las nuevas propuestas ha tenido distintos nombres y enfoques. Ahora se llama Proyecto Tesis y reúne los mejores trabajos de grado de los estudiantes de arte de distintas universidades del país.
Dos estudiantes del colegio del Minuto de Dios observan el cuadro Colibrí (1964), de Alejandro Obregón, el cual hace parte de la colección del MAC.
El archivo del MAC es organizado. Tienen muy bien registrada su historia, un banco de tesis con cerca de 900 proyectos y una serie de publicaciones alrededor de sus exposiciones y aniversarios. No obstante, la relevancia de este espacio es muy cuestionada.
Cuando se fundó este museo, la actividad cultural estaba concentrada en el centro de la ciudad y para muchos artistas, críticos y las mismas directivas del museo, sorprende que hoy, 50 años después, eso siga siendo así. El MAC todavía es periférico.
“No tiene que ver con su posición geográfica”, explica la directora de un museo universitario que prefiere no entrar en polémicas, “tiene que ver con los temas que aborda”. Según la gestora y crítica de arte, el museo tuvo mucho potencial en su origen pero luego desdibujó sus objetivos.
“No toda práctica artística tiene que ver con un modelo profesional. Y a veces hay manifestaciones que están orientadas más por el activismo que por el arte”, apunta la crítica y gestora cultural. Según ella, la actividad del museo debería estar más arraigada a su contexto porque este espacio está más cerca a los objetivos de un centro comunitario que a los de un museo de arte contemporáneo.
El nombre, en opinión de varios artistas y críticos consultados por Arcadia, es grandilocuente. “La verdad le está sustrayendo el nombre al Museo de Arte Moderno de Bogotá o al Museo de Arte Contemporáneo que esta ciudad no tiene”, dice José Roca, crítico y director del espacio cultural Flora ars+natura.
Pero aún si el MAC se lo propusiera, no podría ser el epicentro del arte contemporáneo en Bogotá. “Primero porque es chiquito. Y segundo, es marginal en una zona apartada. Aunque geográficamente Bogotá se ha ampliado tanto que quizá ya no está tan aislado. Pero es marginal, es un museo de barrio”, sentencia Roca.
En El Minuto de Dios no desconocen este perfil. “Somos un museo de periferia, somos un museo de barrio, somos un museo universitario, pero también somos el único museo de todo el noroccidente de Bogotá porque la infraestructura cultural no ha crecido al ritmo que ha crecido la ciudad. Entonces hay una escasez muy grande de espacios expositivos y culturales en todo este noroccidente, y es donde hay más población”, resalta el director del MAC.
El trabajo ininterrumpido de este museo durante cincuenta años es el reflejo de una doble carencia en la capital. Por un lado, como señalan los críticos, hace falta un gran centro de producción y exposición de arte contemporáneo en Bogotá. El MAMBO, en parte, se atribuye este rol dentro de sus funciones pero el mismo José Roca señala que su papel protagónico para el arte moderno y contemporáneo se empezó a desdibujar después de finales de la década de los ochenta. “Por eso los privados como NC-Arte o el Espacio Odeón están cumpliendo la función que debería cumplir el Museo de Arte Moderno”.
Pero además, el MAC es un ejemplo de lo que le hace falta a otros barrios y localidades de la ciudad: un centro de encuentro para el arte y la cultura dentro del contexto de la comunidad. “Ellos podrían ser pioneros en experiencias comunitarias. En el arte se ha hablado de varios giros. Como el giro hacia lo social, o el giro educacional que es uno que está muy fuerte ahora. Ese museo podría irse por esa línea de tratar de ver el arte como un instrumento, sin instrumentalizarlo totalmente, como una herramienta para acceder a un público local”.
Los ejemplos no faltan. En la década del 70 todos los vecinos eran conscientes del trabajo que estaba haciendo el Padre García-Herreros para oponerse a las viviendas injustas y marginales. Por eso se sorprendieron cuando un día encontraron un tugurio en la plaza frente al museo. Estaban indignados porque no tenía sentido que la comunidad sufriera lo mismo que ya habían superado y contra lo que estaban luchando. Los artistas reaccionaron para explicarle a la gente que su instalación era una forma de mostrarles que ese problema no estaba superado.
Desde su diseño, el MAC fue concebido para entablar un diálogo constante con la comunidad. Por eso los arquitectos Eduardo del Valle y Jairo López lo concibieron como un espacio en espiral. El maestro Ortiz explica que “una de las cosas importantes de la arquitectura en el Minuto de Dios eran los espacios circulares. La biblioteca es circular, el museo es circular, el templo era circular y eso tenía un trasfondo de igualdad o de equidad. En un círculo, todo el mundo se puede ver”.
Por eso seguirán integrando a la comunidad para la celebración de los 50 años. El museo tiene un programa denominado Arte en casa. La idea es llevar piezas de la colección del MAC a la casa de un vecino. Para complementar esta actividad, le preguntarán a las personas cuáles son los objetos más valiosos en su hogar y con estos se hará una exposición: La casa en el museo.
En 1970 el entonces presidente Misael Pastrana asistió a la inauguración de la sede actual del museo.
Además, en el MAC están organizando otras actividades especiales. Tendrán cinco grandes curadurías sobre la colección. Una estará a cargo del museo y las otras se harán con curadores invitados. Habrá una lectura de género, una curaduría que se enfocará en el performance, otra en la redefinición del objeto y finalmente una en el entorno digital.
Dicen que seguirán con la campaña de posicionamiento. Para que no los sigan confundiendo con el Museo de Arte Moderno o para que, cuando la gente pase por ahí, no los confundan con el templo del Minuto de Dios. Seguirán activos en redes sociales, fortalecerán sus actividades digitales y esperan que en agosto, cuando hagan la celebración oficial de los 50 años, ojalá llegue más gente externa al barrio.
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