Por: Augusto Bergamini
El concilio Vaticano II prescribió: "El doble carácter de la Cuaresma que, sobre todo mediante la renovación o la preparación al bautismo y mediante la penitencia, dispone a los fieles para la celebración del Misterio Pascual con la escucha más frecuente de la Palabra de Dios y la oración más intensa, se ponga en mayor evidencia tanto en la liturgia como en la catequesis litúrgica. Para ello: a) utilícense más abundantemente los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal y, si se ve oportuno, se tomen también otros de la antigua tradición; b) dígase lo mismo de los elementos penitenciales" (SC, 109),
Fiel a esta orientación, la reforma precisó la finalidad, la estructura y la duración de la Cuaresma.
El tiempo de Cuaresma tiene como finalidad preparar la Pascua, es decir, guiar hacia la celebración del Misterio Pascual tanto a los catecúmenos, a través de los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los fieles, por medio de la renovación del bautismo y de la penitencia.
El tiempo de Cuaresma transcurre desde el Miércoles de Ceniza hasta la misa en la Cena del Señor, inclusive. Desde el principio de la Cuaresma hasta la Vigilia pascual no se canta el Aleluya.
El Miércoles con que se inicia la Cuaresma y que en todas partes es día de ayuno, se imponen las cenizas.
Los domingos de este tiempo se llaman domingos I, II, III, IV, V de Cuaresma. El sexto domingo, en que comienza la Semana Santa, se llama "Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor". La Semana Santa tiene como finalidad la veneración de la Pasión de Cristo desde su ingreso mesiánico en Jerusalén.
El jueves de la Semana Santa, en la mañana, el obispo, concelebrando la misa con su presbiterio, bendice los santos óleos y consagra el crisma \ (La rúbrica del Misal Romano recuerda que, "si notables dificultades se interponen a la reunión del clero y del pueblo con su obispo, la bendición se puede anticipar a otro día, pero siempre cercano a la Pascua y con el formulario de la misa propia") (nn. 27-31).
Las razones que llevaron a la reforma de este tiem-po litúrgico fueron dadas por la comisión "Consilium" que se encarga de la puesta en práctica de la consti-tución sobre la liturgia.
A) Duración de cuarenta días
El carácter original de la Cuaresma, según la fuerza expresiva de la misma palabra, fue puesto en la penitencia de toda la comunidad y de los individuos, a lo largo de cuarenta días.
En la determinación de la duración de cuarenta días, para que los cristianos se preparen a celebrar la solemnidad pascual, es más que cierto que tuvo gran peso la tipología bíblica de los cuarenta días, a saber, el ayuno de cuarenta días de nuestro Señor Jesucristo; los cuarenta años que pasó el Pueblo de Dios en el desierto; los cuarenta días pasados por Moisés en el monte Sinaí; los cuarenta días durante los cuales Goliat afrentó a Israel hasta que David avanzó contra él, lo abatió y lo mató; los cuarenta días durante los cuales Elias, fortalecido por el pan asado en el rescoldo y con el agua, llegó al monte de Dios, el Horeb; los cuarenta días que Jonás predicó la penitencia a los habitantes de Nínive.
Sin embargo, el uso de dar comienzo al ayuno cuaresmal desde el miércoles que antecede al primer domingo de Cuaresma, es muy antiguo (siglos VI-VII), e igualmente el rito de la imposición de las cenizas establecido para ese día, hizo que el Miércoles de Ceniza se difundiera en la práctica común de los fieles más que muchos otros días solemnes.
Y éste es el motivo por el cual se juzgó oportuno que no se hiciera ninguna innovación para restituir a la santa Cuaresma la plenitud de su simbolismo como si se ha hecho para el Pentecostés pascual.
B) Tiempo de Septuagésima y tiempo de Pasión
Si al comienzo de la Cuaresma se ha conservado el Miércoles de Ceniza, por su carácter popular, la supresión de una parte del tiempo de Septuagésima, que constituía una especie de ampliación y anticipo del tiempo cuaresmal, y, por otra, la reducción del tiempo de Pasión, por el hecho de que esto provocaba una especie de ruptura, ha llevado la Cuaresma a su primitiva unidad e importancia.
El tiempo de Septuagésima fue abolido porque no aportaba ningún elemento propio y, en el Oficio divino, debía utilizarlas partes del Ordinario "durante el año". No era fácil tarea hablar de él al pueblo (¿cuál era el significado preciso de las palabras septuagésima, sexagésima, quincuagésima?) y, sobre todo quitaban su característica de novedad a la liturgia penitencial de la Cuaresma antes de que ésta hubiera comenzado.
Los textos propios de estos tres domingos encontraron otra utilización en el Misal Romano¡ el Aleluya se canta hasta el Miércoles de Ceniza, exclusive.
El tiempo de Pasión ha sido reducido para conservar la unidad interna de la Cuaresma, y el domingo llamado de Pasión se convirtió en el domingo V de Cuaresma, como en el rito ambrosiano; el domingo siguiente, con el cual comienza la Semana Santa, es el "Domingo de ramos y de la Pasión del Señor".
ORIGEN E HISTORIA DE LA CUARESMA
Se puede entender mejor el significado de la reforma de la Cuaresma hecha por el Vaticano II si se conoce la historia de este tiempo litúrgico.
La celebración de la Pascua en los primeros tres siglos de la vida de la Iglesia no tenía un período de preparación. Se limitaba a un ayuno que se hacía los dos días anteriores. La comunidad cristiana vivía tan intensamente el compromiso hasta el testimonio del martirio (no podemos olvidar que se estaba en tiempo de persecución), que no sentían la necesidad de un período de tiempo para renovar la conversión que ya había tenido lugar en el bautismo. Pero sí prolongaba la alegría de la celebración pascual por cincuenta días (Pentecostés).
Cuando se registró una menor tensión en el compromiso de vida cristiana después de la paz de Constantino, comenzó a sentirse la necesidad de un conveniente período de tiempo para llamar a los fieles a una mayor coherencia con el bautismo. Nacen así las prescripciones relacionadas con un período de preparación para la Pascua.
Pero "una observancia preparatoria para la Pascua hace notar antes que de los cánones conciliares, debió nacer del sentido mismo y del genio sobrenatural del cristianismo" (Schuster. Líber sacramentorum, 1944,3).
En Oriente encontramos las primeras referencias a un período prepascual como preparación espiritual para la celebración del gran misterio a principios del siglo IV. San Atanasio en las Cartas pascuales (entre el 330 y el 347), san Cirilo de Jerusalén en las Protocatequesis (c. IV) y en las Catequesis mistagógicas IV, 3 (347) hablan de este período como de algo conocido. Eusebio (+340) en el De solemnitate paschali habla del "quadragesimale exercitium... sanctos Moysen et Eliam imitantes".
En Occidente tenemos testimonios directos solamente a fines del siglo IV. Hablan de ella Eteria (385) en su Itinerarium (27,1) respecto a España y Aquitania; san Agustín respecto, a África (Passim); san Ambrosio (+396) respecto a Milán (De Elia et jeiunio).
No se puede saber con certeza donde, por medio de quién y cómo surgió la Cuaresma, sobre todo en Roma; sólo sabemos que se fue formando progresivamente. Tiene una prehistoria unida a una práctica penitencial preparatoria a la Pascua que comenzó a afianzarse desde la mitad del siglo II (se encuentran alusiones en los escritos de los Padres amenícenos, san Ireneo, hacia el 190, en la carta al papa Víctor sobre la cuestión de los cuartodecimanos recuerda un ayuno antes de Pascua).
Hasta el siglo IV la única semana de ayuno era la que precedía a la Pascua. A mediados del siglo IV aparecen añadidas a ella otras tres semanas para abarcar complexivamente cuatro semanas.
La costumbre de inscribir a los pecadores para la penitencia pública cuarenta días antes de Pascua determinó la formación de una "cuadragésima" (Cuaresma) que comenzaba en el VI domingo antes de Pascua ("dominica in quadragesima"). Dado que no se celebraba un rito penitencial en domingo (y tal era el caso del rito de inscripción de los pecadores para la penitencia), se asignó éste para el miércoles precedente. Todos los miércoles eran día "estacional" y, portanto, de ayuno. Así nació el "Miércoles de Ceniza".
Desde fines del siglo IV la estructura de la Cuaresma es la de los "cuarenta días", considerados a la luz del simbolismo bíblico que da a este tiempo un valor salvífico-redentivo del cual es signo la denominación de "sacramentum".
Cuando en los siglos VI y VII se extendió este tiempo litúrgico a cincuenta, sesenta y setenta días (quincuagésima, sexagésima, septuagésima), esto tuvo lugar para acentuar su índole penitencial con menoscabo de la índole pascual. Al mismo tiempo, de hecho se rompió la unidad del Triduo pascual que pasó a gravitar sobre el aspecto de la pasión-muerte de Cristo. "El tinte cada vez mas penitencial de la Cuaresma, se explica, en último análisis, desde un enfoque de la Pascua diferente del original" (Brovelli. Anno litúrgico, 384).
Por tanto, se puede concluir que al desarrollo de la Cuaresma contribuyó, en primer lugar, la práctica del ayuno de preparación para la Pascua, luego la disciplina penitencial a la cual, desde el 306, se refiere la Epístola canónica de San Pedro Alejandrino; finalmente, las exigencias siempre crecientes del catecumenado con la preparación inmediata para el bautismo, que se celebraba en la noche de Pascua.