“Dios es amor”, es la mejor definición de Dios: Dios es causa y motor de todo lo creado; Dios es Amor y Padre por lo mismo se comunica y comparte, lo que es y lo que tiene.
Y... Dios crea el cosmos, la tierra en que habitamos y “vio que esto era bueno” (Gén. 1,25). Pero su destino era no solamente crear y amar, sino, ser amado. Entonces:
“Creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios la creó. Macho y hembra los creó”. (Gén. 1,27) “Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno” (Gén. 1,31)
“Muy bueno”, pero esto no dura. Llegó el momento crucial de la decisión y el hombre se aleja de Dios. En este “momento” el paraíso terrestre cede lugar al “campo de la misión”
Pero, Dios no cambia. El continúa amando y deseando ser amado por todos aquellos que Él ha creado.
Es así como, en el “momento” en que la eternidad y el tiempo, el cielo y la tierra “se detienen”, se da:
una promesa a María: “el Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc. 1,35)
y su realización: ... Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y nosotros hemos visto su gloria, lo que corresponde al Hijo Único del Padre...” (Jn. 1,14)
En ese supremo “momento”, el poder creador adquiere el rostro de la Misericordia; su amor se revela salvador y reconciliador. “El campo de misión” cuenta con su primer Misionero: Jesús Buen Pastor: “... a quien el Padre consagró y envió al mundo” (Jn. 10,36)
El primer Misionero y su mandato misionero.
Dios es glorificado cuando los hombres acogen de forma consciente y completa la obra salvadora que Él realizó en Jesús es decir, reunir a la humanidad en el único pueblo de Dios, insertarla en el único cuerpo místico, identificarla como único templo del Espíritu Santo.
Este pueblo que es la Iglesia, nace con la reunión de los “hijos dispersos” (Jn. 11,52) en unidad orgánica y Dios realiza, enviando a su Hijo con un cuerpo semejante al nuestro para arrancar a la humanidad “del poder de las tinieblas y del demonio y en él reconciliar consigo al mundo (2Cor. 5,19,3) La voluntad del Padre es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim. 2,4)
Los apóstoles y discípulos recibieron para siempre la tarea de evangelizar a todo el mundo: “Vayan por todo el mundo, prediquen el evangelio a toda creatura (Mc. 16,15)
Situándose en la interminable fila de misioneros/as, de estos discípulos, de estas discípulas de Jesús, santa María Eufrasia, ocupa un lugar privilegiado, con su manera específica de ser misionera. Toda su
vida fue un vibrante, “gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”
Este homenaje de alabanza, ella no lo guarda sólo para sí. El fuego de su celo devorador la lleva a desear que el mundo entero se una a ella en su vibrante cántico de gloria y alabanza a la Santísima Trinidad. ¡Cuántas veces leemos en sus cartas y conferencias!: “la gloria de Dios y la salvación de las almas esa es mi vida”
Estas palabras sintetizan el don específico de nuestra fundadora. Hermanas que la conocieron testimonian:
“La vimos vivir esto a tal punto que ella se sentía permanentemente consumida por el hambre de la gloria de Dios y la salvación de las almas. Ella consagró cada momento de su vida a trabajar eficazmente y sin descanso por la gloria de Dios y bien de las almas, impulsada por la sed que la consumía y que en ciertas ocasiones llegó a expresar: “siento un ardiente deseo de salvar almas que quema y consume todo mi ser”
Una mujer que ardía de celo por la gloria del Padre, no podía dejar de comunicarlo a sus hermanas:
“Dios y su gloria son, yo creo, el único objeto de mis deseos y con este solo objetivo debemos trabajar en la salvación de las almas”
Para santa María Eufrasia, vivir es darse totalmente a la gloria de Dios y a la salvación de las personas. Con sus compañeras realiza la misión en cada una de las fundaciones las que deben ser “puerto de salvación” para preferencialmente mujeres, que necesitaban ser restablecidas en su dignidad y derechos. Ellas eran también hijas de Dios amadas, creadas a su imagen y semejanza, por lo tanto, ellas valen más que un mundo: “...Se debe atender preferencialmente a las ovejas que, envueltas en el torbellino del mundo, en medio de peligros y escollos, se encuentran casi en la imposibilidad de levantarse de sus caídas”
El intenso ardor misionero de nuestra fundadora, comienza a despertarse en su infancia, en su pequeña isla de Noirmoutier, al escuchar los relatos de los marinos sobre la venta de esclavas. Joven estudiante en la ciudad de Tours, le confidencia a su amiga Angélica Dernée: “¡Cuánto amo las misiones!... Me muero del deseo de ir a ayudar a los misioneros, de consagrarme yo misma, día y noche a la salvación de las almas”
Eufrasia, fue una mujer de su época, sensible a las inquietudes y signos del tiempo histórico que le tocó vivir. En esa época, los pobres, los discriminados/as en los rostros de los /las obreros/as, las mujeres y los niños y niñas explotados lanzaban su clamor. Eufrasia intuye esas voces en el Corazón misericordioso de Dios y busca un camino y lo encuentra en la vida consagrada, espacio fecundo para redimir ciertas formas de esclavitud que afectan preferencialmente a la mujer y familia. Este imperativo que la aguijoneaba la llevó a optar por la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio que sobrevivió a la revolución y en el que atendían a jóvenes en conflicto. Este era el lugar preciso. Arrancar, liberar, sanar, volver a Dios, conducirlas al reino: misión redentora, reconciliadora por excelencia. Esta perspectiva la llenaba de gozo y entusiasmo; su corazón le decía que no había otra misión más noble, ni mérito más grande que trabajar por el bien de las personas y hacerles sentir el amor único compasivo y misericordioso de Dios por cada una.
Su opción son los pobres, específicamente la mujer porque capta que la pobreza es mayoritariamente
femenina y que entre los grandes grupos de marginados, clama por su liberación el mundo de la mujer
Aquí comenzó a florecer su celo y su misión por la salvación de las almas, en el mundo de la mujer.
Su juventud, el amor compasivo y celo apostólico con que se dedica a las jóvenes; su espíritu de organización y eficacia en todo lo que emprende, es reconocido por la comunidad y por los amigos, bienhechores y autoridades de la ciudad de Tours. Cuando se hace necesario elegir una nueva superiora, todos ponen la mirada en la joven profesa María Eufrasia y, a pesar de no tener la edad requerida es nombrada superiora del monasterio de Tours.
Igualmente, durante su superiorato en Tours, María Eufrasia desplegó un celo apostólico incansable, generoso, creativo. Todo estaba bien. Las vocaciones afluían. Pero, ella sentía que no estaba todo terminado, que se misión traspasaba las murallas del monasterio de Tours. Los planes de Dios, tienen la anchura de Dios y El llamaba a María Eufrasia a buscar otras ovejas... haciendo operante su misión de misericordia en seguimiento de Jesús Buen Pastor, que deja las 99 ovejas para ir tras la que se ha perdido (cf.Lc. 15, 1-7) Responde al mandato de ir a Angers, fundación que se encuentra casi a punto de fracasar. Al poco tiempo, Angers bajo el liderazgo de la joven y dinámica superiora comienza a levantarse.
Centro de espiritualidad y justicia
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