miércoles, 19 de abril de 2017

Oración Eudista – 19 de abril de 2017


Introducción

Los asociados de África, particularmente los de Costa de Marfil, les invitan a leer de nuevo, con y por el Cristo resucitado, el sentido y el camino de nuestra vida cristiana en el favor de este tiempo pascual.

Demos gracias a Jesús por habernos cargado siempre en él, en su corazón, hoguera de amor y de misericordia. Comprometámonos a imitarlo, formándolo en nosotros para la transformación positiva y victoriosa de este mundo decaído y minado por las plagas del egoísmo, de la indiferencia, de la violencia y del terrorismo. Para luchar contra estas plagas, la cruz es uno de los instrumentos de guerra que nos da resucitado.

El amor a la cruz (leccionario propio)

Una de las gracias más señaladas que nuestro Señor nos concede en este mundo es hacernos partícipes de su cruz. Porque nos da a beber de su cáliz y nos entrega lo que más ha amado en esta tierra. Después de su Padre, la cruz es el primer objeto de su amor, ya que por ella destruyó el pecado, que es la fuente de todos los males, y nos mereció todos los bienes del cielo y de la tierra. Con la cruz nos da lo que ha tomado para sí mismo y lo que dio a sus seres más queridos: a su dignísima Madre, a sus apóstoles y mayores amigos.

Todos los que han sido gratos a Dios han experimentado muchas tribulaciones, dice el Espíritu Santo; porque eras grato a Dios, dice el ángel Rafael a Tobías, se hizo necesario que fueras probado en la aflicción.

Apariciones a los discípulos: Jn 20, 19-23

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con ustedes.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con ustedes. Como el Padre me envió, también yo los envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.»

ELEVACIÓN A JESÚS: Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas

(PARTE VII 305)

Jesús, te adoro en el misterio de tu muerte, de tu sepultura y de tu resurrección.

Te doy gracias por la gloria que en dichos misterios tributaste a tu Padre y por los pensamientos y designios que en ellos tuviste sobre mí. Porque siempre has estado pensando en mí en todos los misterios e instantes de tu vida con miras a mi santificación personal. El designio especial que acerca de mi persona concebiste en este triple misterio de tu muerte, sepultura y resurrección, por el santo Bautismo, fue el de grabar en mi ser una imagen perfecta e imborrable de los mismos misterios, haciéndome morir a mí mismo y al mundo corrompido, ocultándome y sepultándome en ti y con contigo en el seno de tu Padre y resucitándome y haciéndome revivir como tú de una vida nueva, celestial y divina. Bendito seas mil veces por todas estas gracias, mi adorado Señor.

Pero, ay de mí, que he destruido con mis pecados infinidad de veces estos planes maravillosos de amor y misericordia. Te pido humildemente perdón por ello.

Me doy enteramente a ti, adorable Jesús mío, como también al espíritu y poder del misterio de tu muerte, sepultura y resurrección para que, una vez más, me hagas morir a todo lo creado, me ocultes dentro de ti mismo y me escondas en el seno de tu Padre en unión contigo y entierres mi espíritu en el tuyo, mi corazón dentro de tu Corazón, mi alma en la tuya y mi vida en tu vida. En una palabra, establece en mí la nueva vida en la que entraste por tu Resurrección para que ya no viva yo, sino en ti, por ti y sólo de ti». ¡Amén!

¡FELIZ PASCUA EN JESÚS Y MARÍA! 


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