jueves, 4 de febrero de 2016

Misericordia, el Rostro de Dios.

 
La misericordia de Dios es infinita, no tiene límites, ni medida, es para todos nosotros, nos fue entregada desde el momento en que vino Cristo, no por nosotros mismos, sino por su gran misericordia, y la renovación del Espíritu Santo: “Más cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo.”(Tito 3, 4-5).

¿Pero es la misericordia algo fundamental en nuestra vida cristiana?, sabemos desde las Sagradas Escrituras que nuestro Padre Dios es misericordioso, “¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa y pase por alto el delito del Resto de tu heredad? No mantendrá su cólera por siempre pues se complace en el amor; (Miqueas 7, 18). Sin embargo Lo más importante es ejercer esa misma misericordia con los demás, para que esta se derrame en abundancia sobre nosotros: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros.” (Colosenses 3, 12.13).

Solo en Dios está nuestra vida, en su inmensa misericordia, que transparentemos a los demás como prueba de que Dios está vivo, que él nos ha llenado de sus infinitas gracias por tanto el mal proceder se ha quedado atrás, su perdón ha llegado a nuestras vidas: “Buscad a Yahveh mientras se deja encontrar, llamadle mientras está cercano. Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahveh, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en perdonar.” (Isaías 55, 6-7).

Es Dios nuestra única esperanza, nuestro sostén, el que en medio de la tormenta y la desesperanza, es a quien acudimos, porque sabemos que dentro de él no cabe la maldad: “Cuando estés angustiado y te alcancen todas estas palabras, al fin de los tiempos, te volverás a Yahveh tu Dios y escucharás su voz; porque Yahveh tu Dios es un Dios misericordioso: no te abandonará ni te destruirá, y no se olvidará de la alianza que con juramento concluyó con tus padres.” (Deuteronomio 4, 30-31).


Escrito por
Valmes R Calao





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