La oración nace de la necesidad que tiene el ser humano de comunicarse con Dios y que Él se comunique con cada uno de nosotros. En ella se encuentran respuestas a las inquietudes que mueven al hombre que busca a Dios como Señor de su vida.
Existen muchas definiciones acerca de la oración, que nos pueden ayudar a acceder a ella, para un mayor crecimiento en la fe.
San Juan Crisóstomo nos dice que orar es hablar con Dios; San Gregorio de Niza nos propone que la oración es una conversación con Dios; San Juan Damasceno, que orar es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes; para Santa Teresa del Niño Jesús, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría; también se nos propone la oración como una experiencia de encuentro personal y profundo con Jesucristo el Señor, en la fuerza del Espíritu Santo.
Y cuando hablamos de experiencia personal, esta conlleva tres elementos importantes:
-Una fe viva, de saber que esa persona está ahí y me quiere comunicar algo de sí. Fe viva es un Dios que se ha comunicado, que se está comunicando. Me lo demuestra en la persona de Cristo. En el don del Espíritu Santo.
-La Comunicación, ya que el hombre es imagen de Dios, en él se funda toda posibilidad de encuentro, de comunicación. Dios mantendrá siempre al hombre, a pesar de sus fallas como su seguro interlocutor. Dios siempre se quiere comunicar y que el hombre se comunique.
-Intimidad y profundidad, teniendo en cuenta que no es una comunicación cualquiera la que se quiere tener, hay que estar convencido de querer entrar en esa relación profunda con Dios.
Además de los elementos anteriores, hay uno que necesitamos para que todo lo anterior se dé, y es la apertura a esta experiencia personal. Solamente se ama a quien se conoce y para conocer a Dios tenemos que estar abiertos a su presencia, dejándonos amar por Él, en su libertad y en su misericordia. Dios no obliga a nadie a seguirle, ni a buscarle, debe ser una opción en libertad de cada de los seres humanos hacia nuestro Creador.
Teniendo en cuenta que la oración es un diálogo, hay cuatro necesidades fundamentales, para que ella se realice en nuestras vidas, sin ellas será imposible vivir una oración auténtica. Ellas son:
-La necesidad de estar presente, parece una redundancia, pero es que muchas veces nuestro cuerpo está en un lugar, y nuestra mente en otro. Es básico centrar todo nuestro ser en ese encuentro que tendremos, para poder recibir las gracias que se tienen para cada uno de nosotros.
-La necesidad de hablar, en todo diálogo hay alguien que expresa lo que piensa, lo que siente y lo que vive, en este caso, estamos llamados a depositar en manos de Dios, todo lo que nos acontece, sin ningún miramiento, ya que aunque Él nos conoce, desea que coloquemos nuestra confianza en su persona y que no nos guardemos nada, sino por el contrario le abramos el corazón, comunicándole a través de las palabras, nuestros sentimientos, pensamientos y sueños.
-La necesidad de escuchar, en muchos casos hablamos de más, y aunque esperamos una respuesta, no le permitimos a Dios nos conteste. Él lo hace de muchas formas, pero principalmente a través de la Palabra, de los hermanos y de los acontecimientos. Por eso es importante estar atento a la voz del Señor que nos quiere hablar. En nuestros grupos de oración muchas veces no sabemos guardar silencio, para dejar que nos hable, como lo hizo con los patriarcas, profetas y apóstoles.
-La necesidad de actuar, porque si la oración no nos lleva a la acción, esta se vuelve vana y superficial. Lo fundamental es el cambio que produce en nuestras vidas esa comunicación con Dios, la conversión debe darse continuamente, es un proceso de nunca acabar.
Debemos pedir al Señor nos regale el don de la oración, para así tener ese poder que hace de un cristiano, un ser convencido de la acción de Dios en su vida, no solo en las pruebas sino también en todos los momentos de nuestra existencia. Muchos santos nos recomiendan que oremos para poder alcanzar las bendiciones que se tienen para cada uno de nosotros. Ora y verás como el Señor responde, no instantáneamente, sino en el momento justo y preciso para nuestra salvación.
Por Javier Castañeda
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