lunes, 31 de octubre de 2016

La Misión Fundamental De La Iglesia: La Evangelización


La Iglesia, comunidad cristiana fundada y sostenida en el anuncio de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, para nuestra salvación y liberación, está llamada en su totalidad, a proclamar este kerigma, con tal fuerza, que todas las personas, que todos los pueblos y naciones, le conozcan, como ha sido su mandato.
Los que hacemos parte de la Iglesia, lo sabemos, pero también reconocemos que no puede ser de cualquier manera, y esa conciencia es la que debe motivar a prepararse muy bien, es importante tener una experiencia y un conocimiento acerca de ese Reino de Dios, que se va a proclamar, hablar de ese Reino con toda la propiedad que sea posible, para así luego poder evangelizar, realizar este anuncio.

“Nosotros queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia” (Evangelii Nutiandi 14), una misión que debe responder a los cambios amplios y profundos que vive la sociedad actualmente, que llegue a todos los ámbitos, donde se desenvuelven las personas, sea en lo cultural, en lo social, en lo político, en lo religioso, en
fin todos los espacios, donde haya un ser humano, que necesite de este anuncio.
“Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa.” (EN 14) No hay otra tarea más importante que esta, para la cual, la Iglesia se haya fundado y organizado, para evangelizar, a tiempo y a destiempo, para enseñar y predicar las verdades de la fe, sustentadas en la Palabra de Dios, para que a través de ella, los fieles conozcan a Jesucristo el Señor, para celebrar y vivir los sacramentos, con la plena conciencia de las gracias que a través de ellos recibimos, y por supuesto para compartir en la mesa del Señor su cuerpo y sangre, alimento que da vida y vida en abundancia.

Nos dice la Evangelii Nutiandi en su numeral 15, que existen unos vínculos recíprocos entre la Iglesia y la Evangelización, ellos son: “La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce”, es decir del anuncio del Reino por parte de Jesús, y del anuncio de Jesús Resucitado por parte de los apóstoles; “nacida, por consiguiente, de la misión de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por Él” , ha sido fundada, para ser signo en medio de los hombres y de la sociedad, llamada a dar testimonio de Jesús en todo momento, no tiene otro sentido su existencia; “en ella, la vida íntima -la vida de oración, la escucha de la Palabra y de las enseñanzas de los Apóstoles, la caridad fraterna vivida, el pan compartido”, cada una de estas cosas, son las que les dan sentido y significado a vivir en la Iglesia como hermanos, cada uno es importante por quien es y también por lo que hace en la medida, en que eso que hace contribuye al bienestar de todos; “evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma”, constantemente vive en procesos de conversión y evangelización, que le permita mantener el ímpetu que se necesita para continuar con la misión, acrecentar el amor y la
esperanza en cada fiel, y al mismo recordarse que ha sido el Señor quien ha realizado este llamado, para vivir como hermanos y poder transformar el mundo con la fuerza de su Espíritu; “la Iglesia es depositaria de la Buena Nueva que debe ser anunciada”, en ella Dios depositado toda la Revelación y la Tradición, para que a su vez, la preserve y la comunique constantemente, tratando de serle fiel en todo al mensaje recibido; “enviada y evangelizada, la Iglesia misma envía a los evangelizadores”, después de un buen proceso de formación, ella envía a quienes considera idóneos para continuar con esta tarea, recibida de la persona de Jesús en los Doce, y que luego ellos se encargaron de preparar y formar a quienes fueron llamados para continuar con esta obra, el Magisterio de la Iglesia, explica y enseña la Palabra de Dios, que debe ser llevada a todos los hombres, recordándole a los misioneros, que ellos, como los apóstoles, son administradores, no dueños del mensaje que recibieron y que deben hacerlo llegar con toda fidelidad a toda persona que lo necesite.






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