No deberíamos olvidar nunca estas palabras de Jesús.
Porque es lo primero que espera Dios de cada uno de nosotros.
Y es lo que esperan todos los “muertos de hambre”.
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Si de nuestra relación con Dios no nace esta exigencia,
podemos estar seguros de que ese dios es falso.
Si no veo a Dios en el que se muere de hambre,
mi dios es un ídolo que yo me he fabricado
para evadir el llamado del Dios verdadero.
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La clave del mensaje de Jesús es la misericordia.
Si no me aproximo al que me necesita,
me estoy alejando del Dios de Jesús.
Y si realmente he descubierto a Dios dentro de mí,
lo estaré viendo siempre en los más pobres.
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Lo que Dios me pide,
como diría Juan Eudes,
es que me eche sus hambres sobre mis espaldas,
me mueva y conmueva el deseo de satisfacerlas,
y haga para ello lo que esté a mi alcance.
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