viernes, 1 de agosto de 2014

Siempre en Pentecostés

Hace setenta días o un poco más atrás, en la Iglesia se “vivía” en una expectativa muy marcada esperando la
poderosísima y liberadora presencia del Espíritu Santo (Jn 14,26) Sobre esta actitud, hoy vienen algunas preguntas, ¿vivimos en espera gozosa todavía hoy?. ¿te declaras sediento de la fuerza transformadora necesaria hoy?, ¿estoy totalmente lleno del Espíritu Santo?, ¿soy consciente que cuando llamo al Espíritu Santo en una oración sencilla él se hace presente?.

Quiero en este momento compartir contigo mi experiencia personal sobre la necesidad de vivir en anhelo, expectativa y deseo constantemente por el Espíritu Santo que renueva, libera y empodera. Que poder hay cuando le decimos: Ven Espíritu Santo, llena mi vida toda hoy. Me declaro que no te conozco, he escuchado hablar de ti, pero aún no sé quién eres.

Que hermoso es contemplar como tu vida y la mía se llenan de gozo, alegría y sobre todo de paz. Paz que sólo da el Señor por su Espíritu Santo: “Reciban la paz” (Jn 20, 19). Paz porque en nuestras vidas en ocasiones se apodera la angustia, confusión; todos esos sentimientos que no nos dejan movernos en libertad, en aquella tranquilidad que no es posible aplazar un momento más. No es casual que dos veces Jesús en el evangelio de Juan les diga a los discípulos reciban la paz (Jn 20, 19.21). Entonces ¿Por qué no pedir siempre la presencia de aquel que nos da la paz, es decir, del Espíritu Santo?, por esto una vez más insisto sobre la necesidad de levantar nuestros corazones y de ser posible nuestras manos en signo que necesitamos de alguien llamado Espíritu Santo y le digamos: te necesito Espíritu Santo. Cuanto bien hace que el Espíritu Santo venga en ayuda de nuestras dificultades, problemas y adversidades que nos asaltan todos los días: “somos débiles, pero el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rm 8,26) No podemos caminar solos entre lo complejo y difícil de la existencia.

También hay otra necesidad urgente: conocer a Jesucristo, intimar con él: “nadie puede decir Jesús es el Señor, sino es por la acción del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3) en esta medida, no podemos tampoco evadir el conocer, es decir, el descubrir el corazón ante Dios Padre: “El Espíritu Santo es quien sondea las profundidades de Dios” (1 Cor 3,10), para así disfrutar de los regalos hermosísimos que este padre nos quiere dar.

Te propongo nuevamente digamos juntos: Quiero vivir siempre en Pentecostés, quiero decir VEN, VEN Espíritu Santo nuevamente con tu poder quema mi vida, mi mente, recuerdos, pensamientos, voluntad, todo mi corazón. Sin ti no puedo caminar. Espíritu Santo impacta mi vida. Forma a Jesús en mi corazón, AMEN, AMEN AMEN.

Escrito por Jader Ávila




No hay comentarios:

Publicar un comentario