Queridos hermanos y hermanas, los asociados de Honduras les enviamos un fraternal saludo de Pascua, deseando que el Corazón del Resucitado les llene con sus dones y les conceda vivir santamente éste hermoso tiempo del año litúrgico. Especialmente en el marco del año jubilar de la Misericordia, el amabilísimo y compasivo Corazón nos permita aprovechar plenamente las gracias que la Iglesia Universal, como madre amorosa nos ofrece para nuestro crecimiento y enriquecimiento espiritual.
En éste contexto, habiendo celebrado recientemente el día de la Divina Misericordia y con la proximidad también de la gran solemnidad de Pentecostés, les invitamos a meditar en el inmenso Amor y Misericordia que la Santísima Trinidad desborda sobre nosotros para que seamos capaces de abrir nuestro corazón y entregarnos de una manera completa, para que cada uno de nosotros le pertenezca plenamente.
2. A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS
Juan 15,9-17
“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.”
REFLEXIÓN
San Juan Eudes nos invita a meditar y orar constantemente en cuanto al amor que la Santísima Trinidad se tiene entre Sí, amor que derrama sin freno alguno sobre todos nosotros. Lo que San Juan nos presenta en ésta lectura, podríamos decir que es una “cadena de amor”, o, más propiamente, un círculo de amor que fluye del Padre al Hijo, en el Espíritu Santo y se derrama a nosotros que debemos corresponder amándonos los unos a los otros, de manera que ese amor retorna a su origen y continúa en un flujo sin final. Jesús nos invita a ser parte de ese flujo de amor, abriendo el corazón y entregándonos a él. Observemos el fluir que nos presenta san Juan:
“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.” ¿Cómo permanecemos en ese amor?
“Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor.” San Juan Eudes nos dice que, cumplir los mandamientos es fácil, pues el Espíritu Santo en nuestros corazones nos hace amar los mandamientos y odiar el pecado.
Cumplir con lo anterior es la fuente de un gozo sobrenatural y permanente: ”Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.”
Después nos da su mandamiento: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.” Al cumplir su mandamiento de amor, somos sus amigos, El entrega su vida por nosotros y nosotros entregamos la vida a Él al entregarnos a nuestros hermanos y hermanas. Siendo sus amigos, llegamos a conocerlo profundamente, a conocer su voluntad y su misericordia.
“No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto.” Somos llamados a una misión, es Él quien nos ha llamado para ser sus testigos, testigos de su amor y su misericordia.
“Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, Él se lo concederá”. Lo que pedimos al Padre, en el nombre de Jesús, es el Espíritu Santo, el único que tiene el poder de convertirnos en verdaderos testigos y canales del amor y la misericordia de Dios.
3. MOMENTO EUDISTA
“Vengamos, ahora, al amor del Espíritu Santo. Él es el Corazón del Padre y del Hijo. ¿Cuándo éste divino Espíritu formó al Hombre-Dios en las sagradas entrañas de la santa Virgen si sabía muy bien lo que íbamos a hacer con Él? (…) Lo sabía muy bien y, sin embargo, no dejó de formarlo en el seno de la Virgen, de hacerlo nacer en el mundo para nosotros. (…) y de llevarlo a que se sacrificara a sí mismo en la cruz para nuestra redención. Por el Espíritu Santo se ofreció a sí mismo1 ¡Oh amor sin igual, tener más amor por el pecador y el criminal que por el Hombre-Dios, que es el santo de los santos! ¡Por un esclavo de Satanás que por el Hijo único de Dios, por un tizón del infierno, que por el Rey del cielo! (…)
De esa manera nos aman el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En verdad, el divino Corazón es hoguera de amor por nosotros.
¿Qué haremos para responder a semejante bondad? ¿Qué pides de nosotros, Dios mío? ¿Es que no oyes su voz que te está gritando desde tanto tiempo: Dame, hijos mío tu corazón2? (Eudes, 1680)
OREMOS CON SAN JUAN EUDES 116
INVOCACIONES AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, que procedes del Padre y del Hijo,
(TODOS: Ilumínanos).
Vínculo de unión entre el Padre y el Hijo,
Espíritu de sabiduría e inteligencia,
Espíritu de consejo y fortaleza,
Espíritu de ciencia, de piedad y de temor de Dios,
tú que en la creación aleteabas sobre las aguas,
tú que inspiraste a los escritores sagrados,
tú que hablaste por los profetas,
tú que formaste a Jesús en el seno de María Virgen,
tú que llevaste a Jesús al desierto para ser tentado,
tú que en el bautismo descendiste sobre Jesús,
tú que enviaste a Jesús a anunciar el evangelio a los pobres,
tú que lo fortaleciste en su oración en el huerto,
tú que por voluntad del Padre lo llevaste a la muerte,
tú que lo resucitaste de entre los muertos,
tú que engendraste la Iglesia en la Pascua,
tú que la hiciste nacer en Pentecostés,
tú que bajaste sobre María y los apóstoles,
tú que eres el alma de la Iglesia,
tú, el primer evangelizador,
tú que nos recuerdas la enseñanza de Jesús,
tú que haces presente a Jesús en los sacramentos,
tú que en el bautismo nos haces criaturas nuevas,
tú que en la confirmación nos haces testigos de Jesús,
tú que en la Eucaristía haces del pan y el vino el cuerpo y la sangre del Señor,
tú que oras en los cristianos,
Espíritu de bondad y mansedumbre,
Espíritu de gozo y fidelidad,
Espíritu de paciencia y caridad,
Espíritu de continencia y castidad,
Espíritu de modestia y longanimidad,
Espíritu de benignidad y de paz.
tú que haces santos a los santos.
Oremos:
Jesús, por el poder de tu Espíritu, poséenos y guíanos, para que crezca en nosotros y en el mundo entero la eficacia salvadora de tu reino. Amén.
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1. Hb. 9, 14
2. Prov. 23, 26
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