El primer momento de este maravilloso III Congreso Mundial de la Misericordia contó con la presencia de varios Cardenales, predicadores y laicos, que compartieron muchas enseñanzas e historias de vida. Uno de ellos fue el Cardenal de Viena Christoph Schomborn, quien inicio su conferencia: La Misericordia Divina, Nuestra Misión, saludando en primera instancia, a todos los presentes: Diáconos, comunidades, obispos, peregrinos de todo el mundo y especialmente saludó a todos los colombianos.
Luego de esto, inició su conferencia, enfatizando en la homilía de la Divina Misericordia que presidió San Juan Pablo II donde manifestó. Cuánta necesidad de la misericordia de Dios tiene el mundo de hoy, donde abunda la guerra y la injusticia.
Por eso, recalcó que es preciso encender la chispa de la Palabra de Dios, pues es precisamente en la “misericordia de Dios donde el mundo encontrará la paz y el hombre la felicidad”
El Cardenal señaló que el Papa Juan Pablo quería que la misericordia de Dios llegara a la vida de todas las personas y la transformara. Estaba convencido que solo con la misericordia de Dios podía darse la paz anhelada.
Del mismo modo, en una de sus últimas obras llamada “Memoria e Identidad” meditaba sobre los horrores del siglo XX y se preguntaba cómo era posible que esa oleada de maldad se abalanzara sobre la humanidad... por eso, llegó a la conclusión que sólo la misericordia de Dios pone fin a todo mal.
¿Cómo puede vencer la misericordia de Dios al mal? La respuesta, mencionó el Cardenal Schomborn, la encontramos en toda la vida de Jesús. Sin embargo, reflexionó sobre algunos momentos determinantes en la vida de Cristo donde se ve reflejada la misericordia del Señor. Uno de ellos, tiene que ver con la parábola de hijo pródigo: aquí se refleja que la misericordia de Dios cuesta, tiene precio” “Sin embargo, el padre fue misericordioso con su hijo porque su amor era más grande que cualquier tipo de resentimiento y odio.
Por otro lado, retomó el episodio en que Jesús se encontró con la mujer samaritana que iba a recoger agua al pozo. En ese momento, Jesús le pide agua a esta mujer sin tener prejuicios. Sin juzgarla, sin criticarla, simplemente le pide agua para beber. De esta forma, el Señor despierta la verdadera sed en esta mujer, la sed de amor de Dios: este es un ejemplo auténtico de lo que significa tener un encuentro con la misericordia de Dios. Por lo tanto, no puede haber misericordia si estamos llenos de prejuicios.
Yo no te condeno” estas fueron las palabras que Jesús dirigió a esta mujer. Luego de haber recibido la misericordia de Dios, la samaritana sale a contarle al pueblo lo que el Señor ha hecho en su vida, su obra; convirtiéndose así en la primera gran misionera de los samaritanos. Hermanos, todos estamos llamados a ser testigos de la misericordia”
“Sólo a través de la misericordia vivida puede haber paz”
Finalmente, Monseñor el Cardenal Schonborn, señaló que ser misericordiosos no significa una debilidad, significa amar con el amor que Cristo nos regaló, al entregarse por nosotros en la cruz.
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