jueves, 3 de julio de 2014

Viviendo nuestro contrato con Dios


Ya en artículos anteriores nuestros hermanos de la Casa de Formación “La Misión” han hablado, acerca de nuestra historia en la Iglesia venezolana, como los Eudistas hemos marcado pauta en la formación de sacerdotes, pero más aún el sentir misionero que nos ha caracterizado en nuestras tierras, llevando el mensaje de Salvación y esperanza a nuestro pueblo, despertando conciencia para que nuestros hermanos católicos sean fieles a Dios mediante el Bautismo recibido.

Pero en este artículo, quisiéramos recalcar solamente algunos aspectos de los tesoros que nos ha dejado nuestro padre fundador san Juan Eudes. Vemos en el testimonio de este gran hombre que vivió momentos difíciles en la Francia del siglo XVII, que supo encontrar las palabras y gestos para lograr animar y convertir a los cristianos tibios de su época.

Hoy más que nunca Cristo, la Iglesia y nuestra Congregación de Jesús y María, nos invitan a reavivar la vida cristiana en nosotros, y en nuestro entorno, siendo testigos de la ternura de Dios que la hemos recibido en el santo sacramento del Bautismo. Los Eudistas debemos vivir en el constante despertar de la fe y el amor de Dios en las almas, de cada una de las personas que hacen vida con nosotros. Este servicio se hará más fuerte si somos hombres y mujeres fieles a ese contrato que hicimos en el momento de recibir el Bautismo, porque en ese momento nos hacemos “sacerdotes, profetas y reyes”, esto nos lleva a dar testimonio de nuestra esencia de ser cristiano, para ayudar a otros hermanos mediante el acompañamiento espiritual y pastoral en nuestras comunidades donde nos relacionamos.

El cristiano de hoy que se impregne de la gracia que recibe en el bautismo, debe despertar en su corazón un anhelo de comunicar esa grandeza del sacramento, porque la acción del Espíritu Santo en el Bautismo es como el fuego y el aire, porque estos dos elementos al encontrarse nada ni nadie los detiene. Esto debe ser en cada uno de nosotros los bautizados, un abrirnos a la vida nueva y al gozo que recibimos en el bautismo, haciéndonos partícipes de esa gran misión de comunicar ese gran don que Dios nos ha permitido por este sacramento.

Así como lo hacía nuestro padre fundador, un hombre apasionado que estaba animado por la llama del amor de Dios y sentía el deseo de animar a sus fieles por medio de estas palabras “el contrato que hicimos con Dios en el Bautismo, hemos entrado en esa alianza, la más santa, noble y estrecha que pueda existir, no es sólo una alianza de amigos o entre hermanos, o entre esposos, sino la de un miembro con su cabeza, que es la más íntima de todas[1]”, que estas palabras sean para nosotros un despertar en el ardentísimo amor que Dios nos tiene, porque nos hace sus hijos adoptivos y parte de una misma Iglesia, que conforma el cuerpo místico de Cristo.

Carlos Rivero y David Narváez


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[1] San Juan Eudes, Obras escogidas, Capitulo II. “la Alianza maravillosa entre el hombre y Dios”pag 367




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