Por: Mauricio Gabriel Pareja Bayter
Para encender la pasión nada mejor que un diálogo intimo CON la persona amada o SOBRE la persona amada... Hablar con quién amas, escuchar hablar cosas buenas sobre ella o hablar con otras personas sobre quién es el amor de tu vida, sin duda es una excelente forma de cultivar y fortalecer la pasión.
Esta última manera de orar que nos propone San Juan Eudes, al igual que las cuatro modalidades anteriores revelan el profundo conocimiento que tiene sobre el ser humano (su antropología) lo mismo que el profundo conocimiento que tiene de Dios (su teología), y ambas realidades las conecta desde una sorprendente y sencilla psicología pastoral que sirve de puente entre lo humano y lo divino, lo divino y lo humano y lo hace de esta forma: ¿Quieres conocer a Dios? ¿Quieres un encuentro íntimo y profundo con Él? ¿Uno que te permita tener también un encuentro íntimo y profundo con los seres humanos? entonces ponte a orar, es decir:
1. Enfoca tu mente en dirección a Dios (oración mental),
2. que de tus labios salgan palabras para Dios en voz alta (oración vocal),
3. que los actos que realices sean coherentes con ese propósito (actos de oración),
4. que los libros que leas alimenten esa intención (lecturas en oración)
5. y que lo que hables te permita mantener vivo ese deseo (palabras en oración).
Allí están las cinco formas de oración que el Santo francés nos propone y que si lo hacemos con disciplina y constancia nos acercarán más a Dios y a las personas.
Sobre ésta última forma nos dice lo siguiente:
1. Es un ejercicio.
2. Es un ejercicio útil y santo.
3. Es un ejercicio útil y santo que sirve para encender los corazones con el amor de Dios.
¿En qué consiste esta quinta forma de orar?
1. Hablar.
2. Dialogar familiarmente.
Pero aquí no hablamos CON Dios directamente, como lo hacemos en la oración vocal, es un hablar con
San Juan Éudes nos recomienda dos cosas al respecto:
1. Ese debería ser el tema habitual de nuestras conversaciones (Dios y las cosas que a Dios le interesan).
2. En eso deberíamos colocar nuestra alegría y nuestro descanso.
Tal realidad la fundamenta Eudes en cuatro textos bíblicos del Nuevo Testamento:
1. 1 Pedro 4,11: “Si alguien hable, que sean palabras de Dios”.
“Puesto que somos hijos de Dios debemos encontrar placer en hablar el lenguaje santo y divino de nuestro Padre. Si hemos sido creados para el cielo, debemos empezar desde la tierra a hablar el lenguaje celestial” (San Juan Eudes, Vida y Reino, Obras Escogidas. Pag. 158).
2. Mateo 19, 20: “Donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, allí estaré en medio de ellos”
“Debe ser deleitoso, para quien ama a Dios sobre todas las cosas, hablar y oír hablar de lo que más ama en el mundo” (Ibíd.)
3. 2 Corintios 2, 17: “Hablamos como de parte de Dios bajo su mirada, en Cristo”.
“Debemos hablar como de parte de Dios, haciendo derivar desde el interior de Dios los pensamientos y palabras que vamos a proferir”. (Ibíd.)
4. Juan 17, 8: “Les he dado las palabras que tú me diste”.
“Por eso, al comenzar nuestros diálogos espirituales nos entregamos al Hijo de Dios para que él ponga en nuestro espíritu y en nuestros labios lo que digamos”. (ibíd.)
Dentro del enfoque psicopastoral que plantea San Juan Eudes, resulta determinante la figura de “la mirada” y la figura de actuar “in persona Christi” (en persona de Cristo). Detengámonos a aclarar estos dos últimos puntos:
1. La Mirada de Dios: Para él, hablar bajo “la mirada de Dios” implica que debemos hacerlo “pensando en Dios que está presente en todas partes, con espíritu de oración y de recogimiento, entregándonos a él para producir los frutos de lo que decimos o escuchamos y para hacer de ellos el uso que él desea”. Op. Cit. Pág. 159).
2. En persona de Cristo: “Finalmente debemos hablar de Jesucristo: con sus disposiciones e intenciones, como él habla en la tierra y como hablaría si estuviera en lugar nuestro” (Ibíd.).
“Arriba está el que pa´bajo ve” decimos aquí en nuestra costa caribe colombiana para referirnos a la figura de “La mirada de Dios” y “obras son amores y no buenas razones” para explicar que no basta con querer hacer lo bueno, hay que mostrarlo con los hechos, con la vida misma, para eso Juan Eudes nos dice debemos entregarnos a él para producir los “frutos” de él, los frutos de Dios, del Dios de amor que nos revela Jesucristo; por tal razón la mirada de Dios es el condicionante de nuestro obrar “en persona de Cristo”, porque Jesús “no tenía otro fin que el da dar gloria a su Padre y sus disposiciones era de humildad, de mansedumbre y caridad hacia los hombres de amor y aplicación a su Padre.
Si nuestras conversaciones se realizan de esa manera que nos indica el Santo Francés, y con esas disposiciones, tendremos la certeza que nuestras conversaciones serán agradables a Dios, “él estará en medio de nosotros, hallará en nosotros sus delicias y el tiempo empleado en dichos coloquios será un tiempo de oración” (ibíd.).
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