Cuando Cristo fue condenado a morir, el Procurador Romano, Poncio Pilato, ordenó que sobre la cruz se colocase un letrero en el que se indicase por que moría Jesús. La costumbre antigua era que todo condenado a muerte llevase, pendiente del cuello una tablilla, llamada el patibulario, en donde se leyese la causa de su sentencia.
El letrero decía que Jesús era el rey de los judíos (Mt 27, 37; Mc. 15, 26; Lc 23, 38). Según el Evangelio de San Juan, la frase había sido: “Jesús Nazareno Rey de los Judíos”. (Jn. 19, 19).
El letrero fue escrito en hebreo, en griego y en latín. El hebreo era el idioma de los judíos, el griego la lengua de los hombres cultos, y el latín la que hablaban los soldados romanos.
La realeza de Jesús se proclamaba así en el idioma de los hombres piadosos, de los ilustrados y de los poderosos del mundo.
Nosotros hemos conservado las iniciales de las palabras latinas, y escribimos I.N.R.I., pues en latín la “I” equivale a nuestra “J”, inicial de Jesús y de judío.
Con esa inscripción, Pilato quiso vengarse o burlarse. Con razón en castellano, con esas cuatro palabras se formo una palabra que significa “nota de burla o afrenta”, según el diccionario de la Real Academia. Pero el procurador Romano ignoraba lo que hacía, de hecho estaba proclamando la realeza de Jesús. Por eso Bossuet dijo: “Escribe, pues, Pilato, las palabras que Dios te Dicta y cuyo misterio no entiendes… pues pronto ese crucificado será coronado de honor y de gloria.
En Roma, en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, se conserva un fragmento de la tabla que, según algunos, sería la que contemplaron los testigos de la muerte de Jesús.
Revista Fuego Junio 1982
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